Es una moda nacional; pero, construir un relato de la realidad totalmente opuesto a lo que los hechos muestran, tiene sus contraindicaciones, sobre todo en el fútbol, donde la pasión domina el territorio de la ideología. Vender grandezas intangibles debería ser considerado una estafa. Lamentablemente, así como hay traficantes de ilusiones, especialistas en comercializar artificios, siempre hay desprevenidos dispuestos a comprar ficciones sin dudas ni reparos. Está claro que la afición no exigiría nada si no hiciera diez -¡diez!- torneos que le están asegurando la envidia de los grandes y glorias que nunca llegan. "La paciencia tiene un límite", dice el acervo popular que no sabe de la mansedumbre sabalera.Es cierto lo que afirmó hace unos días el técnico. El torneo no terminó, todavía hay importantes puntos en juego y nadie debería considerarse de vacaciones. Especialmente cuando en la tabla de promedios los ciento cincuenta y ocho porotos están estáticos, mudos, mientras otros equipos, con el correr de los partidos, acrecientan la cosecha y superan la línea rojinegra. El díficil momento que esta viviendo el entrenador de la casa, mientras los cráneos de la institución siguen abocados a otros menesteres, llama a la reflexión. El acompañamiento del parodismo obsecuente -al que le está costando una enormidad defender lo indefendible- no es suficiente. El eterno «ito» está solo. Se metió en el baile y ahora nadie quiere ser su partenaire.
El síndrome de la omnipotencia, en este caso, es clave. Desde el excelentísmo señor presidente -avalado «por afano» en las urnas-, hasta el último pibe que calienta el banco de suplentes, pasando por todo el arco de involucrados, sufren de un ataque de vanidad excesiva, cada uno por diferentes motivos, que podría condenarlos al fuego del infierno por toda la eternidad. Unos a instancias de otros, quizás los menos pecadores. El olor nauseabundo no perdona, se impregna en la piel de todos, sin discriminar responsabilidades. Y el resultado es nefasto. A la falsa pertenencia sólo le falta un ente indicador de la adhesión que en este momento acapara el "proyecto". Dibujar una falacia más, emulando al modelo, no resultaría extraño.
APOSTILLAS
Bajo consumo. Mientras el equipo no deja de derrapar, el primer mandatario anda enloquecido con los últimos detalles del torneo continental. Todavía está en veremos el cambio de luminarias, porque el grueso de los artefactos está retenido en aduana. A pocos días de la rereinauguración, prevista para mayo y pospuesta para junio, todavía no se sabe qué pasará con el fulgor del estadio.
Marche preso. El impresentable vice levantó las banderas de la continuidad y no descansa en la porfía. "El técnico está firme y no importan los resultados", vocifera ante quien quiera oír. Según sostiene, no hay plan b. Con esta decisión la dirigencia se juega la cabeza. Puede que el receso calme las aguas, pero la fiestita está llegando a su fin. ¿La afición se bancará otro fracaso?
Perdón divino. Al término del encuentro, el entrenador pidió disculpas. Nadie está exento del verso estándar, en el que el conductor ya bracea como un veterano en la materia, en este caso, con un toque de sentimentalismo acorde. Si no consigue resultados, ni la ratificación presidencial, ni la manija del parodismo prostituto, ni la compasión de las gradas, van a sostenerlo en el cargo.
Dieta balanceada. Una vez acallados los silbidos que acompañaron la salida de los derrotados, el guardameta coincidió con recientes apreciaciones del ex endiosado. "No hay hambre", dijo públicamente, en referencia a la falta de compromiso con el objetivo. Si en las próximas horas, no desmiente, o aclara que no quiso decir lo que dijo, se ganará un tirón de orejas del referente histórico.
A cuatro fechas del final, una realidad incontrastable se apodera de las ilusiones de la afición y las hace trizas. Equipo de mitad de tabla; relleno, en una categoría donde siempre son otros los que se destacan. Algunas razones empujan la bronca generalizada. Una de ellas, el insoportable discurso que hace diez -¡diez!- torneos cortos se va en promesas vacías de contenido. Otra, la falta de convicción para usufructuar una coyuntura que algunos, en igualdad de condiciones, supieron ver y aprovechar. Mientras tanto, la pasividad le abre la puerta a las elucubraciones con vistas al próximo semestre. Una buena de forma de saltar, sin escalas en la reflexión, hacia el futuro. La memoria no es necesaria cuando el fútbol representa un jugoso negocio para unos pocos y un entretenimiento de bajo costo para muchos.

El fútbol argentino es el fiel reflejo de la sociedad que lo cobija. Y el "todo pasa", como nunca antes, el slogan que guía sus destinos. Arbitros corruptos, dirigentes en rebeldía ocasional, corporativismo interesado, premios y castigos, silencios cómplices, cinismo en cantidades siderales y un negocio multimillonario sin control. El aroma nauseabundo que emana de la entidad madre ya se siente en todos los rincones, aunque el don minimice por un lado e intente tapar por otro. El poder construido a lo largo de más de treinta años está en el ocaso, lo grave es que el maestro, como buen docente, ha sabido sembrar la semilla con constancia y aplicación. Cualquiera de sus discípulos está capacitado para continuar en la misma línea y hasta profundizarla.
Las deudas futbolísticas, tarde o temprano, se pagan, por esa sencilla razón que los propios protagonistas esgrimen cuando un resultado les es adverso. La cuestión de la revancha cada fin de semana posibilita las amortizaciones, la clave está en mantener la regularidad. Ahí es donde se establecen las diferencias entre los equipos que pelean por algo y los que navegan en la intrascendencia. Para propiciar el reencuentro con el triunfo en condición de local, y de paso achicar el pasivo, nada mejor que un rival en descenso directo. La debilidad del oponente no admitía excusas. Así lo entendió el entrenador, quien aprovechó la oportunidad para poner en marcha el "replanteo táctico y de nombres" con que intentó hacerle frente a las críticas luego de la última y estrepitosa derrota.


La decisión tomada parece encubrir un oscuro trasfondo. En la instancia definitoria, no sólo habría pesado la certeza de que un hombre de la casa obraría como escudo ante el insulto generalizado en caso de hecatombe total. El excelentísimo señor presidente no sabrá nada de fútbol pero en cuestión de matufias, está comprobado, es mandado a hacer. No cabe duda de que, antes de la unción, todos los escenarios fueron evaluados. A saber. Si le va bien, "ganamos todos". El elegido tocaría el cielo con las manos y el autor intelectual se llevaría todos los aplausos. Si alcanza la media, "zafamos". Podría seguir, como no. Según las circunstancias, cabría evaluar la continuidad; un premio que, de paso, escondería los problemas económicos. ¿Y si le va mal?
El día después, la afición aún no consigue determinar qué le dolió más; si el clásico "ole" que el público local le dedicó al once sabalero en medio de una actuación deplorable o la tomada de pelo que, con motivo de un nuevo aniversario fundacional, le propinó el excelentísimo señor presidente al comparar realidades con una entidad porteña posicionada entre la elite del fútbol argentino por méritos institucionales, sociales y deportivos. La primer vapuleada de visitante en lo que va del presente torneo dejó a todos perplejos, no tanto por el resultado -la derrota figuraba en los planes hasta del más optimista- sino por la forma en que se dio la goleada. Con un equipo abatido, sin respuesta anímica y sin idea de juego, en clara pendiente futbolística.



Los malos resultados de local han disparado, entre la afición, una serie de alocadas teorías. Desde miedo escénico hasta conjuro de bruja. Desde escasas condiciones futbolísticas hasta actuaciones adrede. Desde oscuros complots hasta falta de motivación. Desde falencias estratégicas hasta desobediencia convenida. Desde desinterés colectivo hasta cismas internos. Lo cierto es que, una vez iniciada la cuenta regresiva, la resignación vuelve a instalarse en las gradas como en torneos anteriores. Los aspectos positivos que se rescataron en el partido anterior no pudieron repetirse en vivo y en directo. Si bien las ausencias podrían considerarse como un atenuante, los simpatizantes se quedaron con las ganas de comprobar la veracidad de determinadas imágenes televisivas.


Cada cual tiene su libreto. Y