lunes, diciembre 07, 2009

De historias y moralejas

El soberano camina sin ropas aunque la obsecuente corte se desviva por elogiarle los invisibles atavíos. Una fábula infantil con aguda metáfora destinada a la ignorancia colectiva. La parranda está llegando a su fin y todo buen parrandero sabe que la peor parte de la fiesta es la resaca. Ese insufrible malestar que queda después de nadar en placenteras y desbordantes aguas. Esa inevitable sensación de desconsuelo que dejan las omnipotentes burbujas al evaporarse bajo el influjo de las primeras luces del día. Cefaleas, embotamiento, temblores, nauseas, vómitos, sobrevienen luego de una noche desenfrenada. Cuando la cruda realidad se disfraza con fastuosos oropeles, el regocijo no dura más que una leve brisa en pleno estío.

Los resultados adversos han trastocado al conjunto sólido y aguerrido en un cúmulo de despojos físicos carentes de resto anímico. Y las ausencias no pueden utilizarse de excusa. El equipo titular ya venía dando muestras de debilitamiento general. En este caso específico, como en toda puesta en escena, justamente en el cuadro póstumo, queda al descubierto la trama oculta de la historia: los pibes, usados –en el más estricto sentido de la palabra– como bandera política por la gestión lercherista, sólo fueron tirados a la cancha a la espera del gran milagro. Ahora, sobre los pobres carneros enviados al matadero sin anestesia, recae la pesada carga de la frustración por no haber podido sacar adelante un partido considerado accesible.

La parte graciosa de la historia quizá esté en las últimas declaraciones del entrenador sabalero, que suelen danzar al vaivén de los triunfos o las derrotas. Lo que hace unas semanas era “si le ganamos a fulano peleamos el campeonato hasta el final”, ahora es “siempre pensé que no teníamos un plantel para pelear el campeonato”. Lo que ahora son quejas por “un plantel no muy largo y muchos jóvenes”, suena incoherente ante el “con los dirigentes no tengo problemas, me trajeron todo lo que les pedí”. Para cerrar, su nuevo objetivo: “Hay que apostar a veinte o veintidós puntos para el clausura y pasar un par de fases en la copa”. ¿Compartirá la afición tan mediocre perspectiva para el futuro o se animará a gritar “¡el rey está desnudo!”?


APOSTILLAS

Palabras cruzadas. El excelentísimo señor presidente está tan envalentonado que ya no lo considera indispensable al técnico que le salvó las papas en el momento más crítico de su gestión. Mientras el dt amenaza con un objetivo minúsculo en ambos frentes si no le traen refuerzos de calidad, el primer mandatario quiere economizar. ¿Quién ganará la pulseada?

No les da el cuero. El cansancio es la excusa perfecta, siempre y cuando el pf quede afuera de las responsabilidades del caso. Seguidilla, viajes, poco tiempo de recuperación, agotamiento físico y mental forman parte de los pretextos del momento. Un combo explosivo que deberán repetir cuando encaren las dos competencias. ¡Marche una camionada de energizantes!

Derrapando feo. Lo que en la previa era “un toque de frescura”, con el resultado puesto pasó a ser “un Colón remendado”. Es fácil contar, como cabezas de ganado, la cantidad de pebetes que el dt ha hecho debutar. Lo difícil es sostener el argumento de las actuaciones consagratorias, al que es tan livianamente afecto, para defender lo indefendible. ¿Pibe número?

Operación retorno. El mejor nueve del país –“biondo gnocchi” dixit– anda con ganas de regresar al terruño. No es tonto, sabe que o se calza nuevamente la sangre y luto o va a parar a la segunda categoría del fútbol vernáculo. A lo mejor tiene suerte y vuelve a ser un motivo de inspiración para la creatividad de la hinchada. ¡La serenata de insultos no puede esperar!