lunes, marzo 29, 2010

Querer y no poder

Cuando los mediocres se quedan sin argumentos para explicar un resultado adverso o poco favorable recurren a la falacia de la “mala suerte”. Una simple relación echa por tierra el elemental razonamiento. Si no se puede ganar culpa de la “mala suerte” ¿los triunfos son producto exclusivo de la “buena suerte”? El azar nada tiene que ver con las capacidades que un equipo pueda desplegar en cancha para conseguir sus objetivos. Si de acuerdo al desarrollo del trámite, un conjunto se aferra a la mezquina estrategia de cerrarse atrás, el ambicioso debe intentar contrarrestarla con inteligencia y predisposición. En caso de no encontrar los caminos que quiebren un esquema netamente defensivo, pues el mérito será del que impuso el cerrojo.

Es cierto, como dijo el técnico, que se vio una recuperación anímica y sin dudas fue Colón el que más buscó la victoria pero le faltaron variantes a la hora de atacar y efectividad frente al arco rival. Ni siquiera pudo capitalizar, durante quince minutos en el primer tiempo, la desventaja del adversario de quedar en inferioridad numérica, ni los quince del segundo que le obsequió el hincha impago para sacar adelante el partido. Al parecer, el nivel que alcanzó en los dos últimos torneos, con una defensa férrea, un medio campo solidario y batallador, aún con deficiencias, y una dupla goleadora implacable, no volverá a repetirse con estos intérpretes. Sólo alcanza a vislumbrarse una renovación que llevará tiempo y paciencia.

La polémica que se perfila, de aquí a la finalización del torneo, es si el “proyecto” de la falsa pertenencia, al caerse una a una las metas fijadas, no comienza a develar el oscuro rostro del fracaso. Salvarse de la promoción –en un encuentro en el que sobrevoló el estigma del soborno–, clasificar a una fase eliminatoria de la copa quedando afuera al cabo de ciento ochenta minutos, y un par de buenas posiciones en sendos torneos asegurando una provechosa sumatoria de puntos pensando en el promedio, no alcanza para colmar las expectativas de una afición ilusionada por festejar la primer jineta en la casaca sangre y luto. Por más que la dirigencia se empeñe en llenar los espacios vacíos con cemento, un aroma a rancio empieza a invadir la atmósfera.


APOSTILLAS

Libre de humo. Al término del cotejo, el arquero puso el grito en el cielo por lo que consideró una lisonja anticipada, innecesaria y encima “mufa”. Con el equipo en cancha, la voz del estadio pidió una ovación para el “seguramente arquero mundialista”, lo que enervó al circunspecto guardameta, quien le hizo llegar sus quejas al vocero mudo. ¡Con él no!

Pierde el pelo. No así las mañas. El goleador histórico sigue haciendo goles y de vez en cuando se los sirve en bandeja al rival de turno. “Me quise matar”, dijo cuando le consultaron sobre la jugada que abrió el marcador. Aunque después salió a buscar revancha con enjundia criolla y le rompió el invicto al portero adversario, el yerro selló el resultado. ¡Uno y uno!

Palabras menos. La conferencia de prensa post partido fue levantada sin previo aviso y al maestro la cayó peor que lechón caliente con porrón. “Es una falta de respeto a la gente de prensa”, espetó al aire, implorando que las cosas cambien. Para escuchar la misma cantinela del dt, mejor el silencio; de paso evita tener que aclarar en la semana que no dijo lo que dijo.


La Destacada:

Algo habrá hecho. Amenazó con no hablar más; pero, con los obsecuentes, imposible resistirse. La mini fiestita que le tenían preparada, con la participación de “gente importante” que tuvo que ver con su llegada a SF –el «biondo gnocchi» (quien reconoció que “me lo recomendó un amigo”), el ex manager y el dt de la reserva–, fue un compendio de repugnante servilismo. En semejante contexto y ante la primera intervención del festejado – “No me enojo con las críticas (…) respeto a los periodistas que hacen su trabajo” –, no llamó la atención el vergonzoso silencio del chupalerche tercero, compañero de tareas de parodista maltratado públicamente hace unos días por quien está demasiado acostumbrado a la adulación permanente.