
Más allá de una rereinauguración que sólo congregó a una masa necesitada de festejar algo con el fin de contrarrestar el festejo ajeno, desde que quedó sentenciado el fracaso en el pasado semestre, el interés colonista está centrado en el armado del plantel que enfrentará el próximo campeonato. Y en ese aspecto, la preocupación se manifiesta recurrente. Empezando por la porfiada ratificación del entrenador, poniendo en serias dudas su capacidad para llevar adelante un nuevo proceso, y siguiendo por el analfabetismo futbolístico de un primer mandatario que saldrá en busca de "refuerzos" asesorado por su persistente ignorancia.
Por lo pronto, el primer incorporado ya hizo pie en la cordial gracias a una autonominación en nombre de la identidad. ¡Cuántos interrogantes! ¡Cuánta desconfianza! Una vez superado el reino del cemento, la hora de la verdad comienza a vislumbrarse. El torneo que se avecina asomará desnudo, sin la sistemática parafernalia de distracción impuesta por la política fantoche que decidió, deliberadamente, sepultar el centenario gen institucional. Sólo resta esperar que la bendición de la fe, protagonista de un gélido sábado de fingida ostentación, haya exorcizado los demonios que desplazaron a la mística. Si así no fuese, la afición demandará.