lunes, marzo 16, 2009

Melodía interrumpida


Hacía tiempo que la afición rojinegra no vivía una semana tan animada. Con el sabalé invicto, segundo en la tabla y dispuesto a aprovechar la posibilidad de alcanzar la punta, la fiel parcialidad no dudó en sumarse a la movida ganadora y acompañar tamaña aventura. La mayoría se animó a jugar todas las fichas a favor de un buen resultado. Los más osados, arriesgaron un triunfo. Los más medidos, un empate. Ningún colonista se permitió barajar la alternativa de una derrota. En el seno del plantel, también, se respiraron aires más que optimistas; bromas, aliento, entusiasmo y mucha actitud positiva marcaron las horas de la concentración en Baires. La previa anunciaba un encuentro interesante.

Tal vez, en medio de tanta euforia, muchos pasaron por alto un detalle que se manejó en todos los ámbitos interesados como a la pasada. Una pequeñez que fue diluyéndose a medida que pasaron los días y que terminó siendo superada por la impronta triunfalista. La especulación. Que el adversario llega cansado, que tiene la cabeza en otra cosa, que no juegan las figuras, etc., etc., etc. En este modelo Colón, tan limitado, la especulación suele ser un tema siempre subyacente, inclusive a la hora de armar el equipo según la ocasión y el adversario. Quizás esta cuestión sea la mayor evidencia de que al negro le falta un poco, todavía, para resultar, cuanto menos, confiable. Enfocarse demasiado en el rival, está comprobado, distrae.

Es así que después, los culpables de la adversidad, los chivos expiatorios, son otros. En este caso, el juez del encuentro. Al parecer, los hombres de negro son el blanco preferido del entrenador a la hora de descargar frustraciones. “El árbitro definió el partido con la expulsión”, dijo el dt. Una sanción que sobrevino a los treinta y seis minutos del segundo tiempo. Cierto es que aún estaba a tiempo de germinar el empate, pero, como ya lo demostró el conjunto en anteriores oportunidades, un hombre de menos no hace gran diferencia. Dónde sí estuvo la disparidad fue en el nivel futbolístico. A uno le alcanzó con un par de minutos de lucidez y al otro –atendiendo a las quejas de AM– no le fueron suficientes ochenta y uno.


APOSTILLAS

Mea culpa. En los vestuarios, luego de la derrota, el más autocrítico fue el goleador histórico. Quizás porque a raíz de un mal pase suyo, en las puertas del área rival, se gestó el primer gol del dueño de casa. Fastidioso, como siempre cuando no le salen las cosas, se dedicó a refunfuñar todo el partido y se ganó la amarilla inútilmente. ¿Cuándo aprenderá?

Nene en rojo. Segunda expulsión en cinco partidos jugados. No hay excusa que atenúe una reacción semejante. Ni los nervios, ni las pulsaciones al máximo, ni la avivada del agredido. Un profesional debe saber cómo controlar las tensiones que se generan durante un encuentro. Esperar que el cuerpo técnico imponga un orden es mucho pedir ¿no?

Mirada sesgada. “No la considero una actitud valedera para expulsión”, opinó el vocero oficioso acerca de la reacción de AC para con el pibe alcanza pelotas. ¿Cuál sería su postura si la situación se diera en el Brigadier y exactamente a la inversa? El parodismo a sueldo, que interpreta el reglamento con el bolsillo, revuelve las tripas. ¡Puajjj!

Tarea titánica. ¡Qué difícil se le hace a los obsecuentes explicar lo inexplicable! Balbuceos, tartamudeos y hasta furcios se entremezclan en medio de una justificación inentendible. ¿Por qué el plantel no entrena diariamente en el predio? Porque “tal vez”, “por allí”, “a lo mejor”, “en una de esas”, el terreno aún no esté en condiciones para la práctica. ¡Ufff!