
Hacía tiempo que la afición rojinegra no vivía una semana tan animada. Con el sabalé invicto, segundo en la tabla y dispuesto a aprovechar la posibilidad de alcanzar la punta, la fiel parcialidad no dudó en sumarse a la movida ganadora y acompañar tamaña aventura. La mayoría se animó a jugar todas las fichas a favor de un buen resultado. Los más osados, arriesgaron un triunfo. Los más medidos, un empate. Ningún colonista se permitió barajar la alternativa de una derrota. En el seno del plantel, también, se respiraron aires más que optimistas; bromas, aliento, entusiasmo y mucha actitud positiva marcaron las horas de la concentración en Baires. La previa anunciaba un encuentro interesante.
Tal vez, en medio de tanta euforia, muchos pasaron por alto un detalle que se manejó en todos los ámbitos interesados como a la pasada. Una pequeñez que fue diluyéndose a medida que pasaron los días y que terminó siendo superada por la impronta triunfalista. La especulación. Que el adversario llega cansado, que tiene la cabeza en otra cosa, que no juegan las figuras, etc., etc., etc. En este modelo Colón, tan limitado, la especulación suele ser un tema siempre subyacente, inclusive a la hora de armar el equipo según la ocasión y el adversario. Quizás esta cuestión sea la mayor evidencia de que al negro le falta un poco, todavía, para resultar, cuanto menos, confiable. Enfocarse demasiado en el rival, está comprobado, distrae.
Es así que después, los culpables de la adversidad, los chivos expiatorios, son otros. En este caso, el juez del encuentro. Al parecer, los hombres de negro son el blanco preferido del entrenador a la hora de descargar frustraciones. “El árbitro definió el partido con la expulsión”, dijo el dt. Una sanción que sobrevino a los treinta y seis minutos del segundo tiempo. Cierto es que aún estaba a tiempo de germinar el empate, pero, como ya lo demostró el conjunto en anteriores oportunidades, un hombre de menos no hace gran diferencia. Dónde sí estuvo la disparidad fue en el nivel futbolístico. A uno le alcanzó con un par de minutos de lucidez y al otro –atendiendo a las quejas de AM– no le fueron suficientes ochenta y uno.
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