viernes, octubre 16, 2009

De succiones divinas


La polémica y el repudio generalizado que desataron los groseros dichos del inimputable ídolo de todos los tiempos coparon las emisiones de los medios radiales vernáculos, dejando en evidencia que determinadas críticas, feroces y lapidarias, sólo pueden escucharse cuando el blanco en cuestión se encuentra más allá de la autopista. No hace mucho, quienes ayer pidieron su cabeza y lo calificaron de “mala persona” y “desequilibrado”, formaron fila arrodillados, al borde del éxtasis, esperando su turno para pasar debajo de la mesa de conferencias cuando el endiosado pisó estas tierras con su combinado local. Unas cuantas derrotas y otras tantas faltas de respeto metamorfosearon la visión de los piratas del asfalto.

Evidentemente, la esencia y el tenor de ciertas opiniones domésticas difieren de acuerdo al negocio que se tenga entre manos. En el mes de mayo, quienes inflaban el pecho de orgullo ante la presentación de la selección en SF, adornada con los convocados locales, destacando las extraordinarias perspectivas de una y otros; hoy, con el fracaso y la vergüenza como mascarones de proa, se rasgan las vestiduras en nombre de un fallido proyecto que nunca –ni antes, ni ahora– tuvo –tiene– sustento real, a pesar del objetivo alcanzado. El personaje que ocupa el ojo de la tormenta no cambió. Mudó la perspectiva de algunos intereses personales.

La premeditación y alevosía con que la intocable deidad descargó su ira contenida, y la falta de arrepentimiento posterior, no hacen más que confirmar lo que todo el mundo sabe. Fue un gran jugador de fútbol, sólo eso. Y lo que es peor, representa la idiosincrasia nacional. Es un espejo de la argentinidad que, a través de la historia, se supo conseguir. Exacerbada, sí. Elevada a la enésima potencia, también. Pero reflejo al fin. Así como se ha hecho carne el “roba pero hace”, entre otras tantas indignidades nativas, la pleitesía a tótems de barro ha superado al culto de valores más profundos y fundamentales. Sin embargo, no hace falta bucear en intrincadas explicaciones para observar que, por estas horas, el ateísmo ha copado la parada.