jueves, noviembre 12, 2009

Frente de tormenta


El excelentísimo señor presidente está preocupado, razón por la cual se ha alejado una pizca de la altísima exposición mediática que otrora supo distinguirlo y diferenciarlo de sus pares. Según voceó el chupalerche primero en las mañanas obsecuentes, “está buscando financiamiento para arreglar el estadio” con vistas al gran acontecimiento del dos mil once. El problema es que no lo consigue. Si bien el intendente de la ciudad, en un primer momento, y como buen correligionario, le tendió una mano, desde el ejecutivo provincial le habrían bajado de un hondazo las pretensiones de arrogarse un triunfo personal a costillas de otros. Al parecer, el verso lercherista no alcanzó para conmover al estado socialista, ni siquiera con la liturgia básica de los beneficios para todos los hombres de buena voluntad.

Tanto es así, que los lambiscones a sueldo también están entrando en pánico. A través de una nota –que no se animó a firmar–, el jefe de deportes del pasquinejo vernáculo le suplicó a la casa gris “involucrarse en un acontecimiento trascendente”; aunque, en un claro movimiento de recule, al día siguiente aprovechó el éter para aclarar que no era su intención reclamar nada. Queda claro que esta gente, sin el más mínimo escrúpulo, pretende que los ciudadanos santafesinos paguen el cierre del anillo del Brigadier y un estacionamiento acorde a las circunstancias que se avecinan como si de un simple acto de caridad se tratase. Un análisis libre de intereses personales debería preguntarse ¿por qué pretender estornudar más arriba de lo que da la nariz? La respuesta rondaría por el lado de ciertas ambiciones que no saben medir consecuencias.

En semejante contexto, resulta hilarante escuchar algunos argumentos limitados tales como la cantidad de hamburguesas que podrían venderse si llegaran a venir hordas de japoneses, mexicanos o brasileños a presenciar el hecho “más importante en la historia a nivel selecciones que se llevará a cabo en SF”. Lo cierto es que según especialistas en el tema, el impacto económico de un evento perecedero, es igual de temporal que el mismo suceso; inclusive hasta puede llegar a incidir en forma negativa teniendo en cuenta la relación costo-beneficio. Entre tanta paparruchada baratieli sería interesante que estos personajes, a quienes tanto les interesa la tierra que pisan y que bregan por el posicionamiento de la ciudad, expliquen coherentemente por qué Colón concentra en la capital vecina. De mínima.