
En una de las épocas más prolíficas y creativas de la música nacional, un mítico dúo de pelilargos canturreaba un tema que hoy bien podrían tararear a coro las voces tribuneras para darle el marco adecuado a este presente sabalero. "Pueden venir cuantos quieran / que serán tratados bien." Los vagones de la intrascendencia, cada temporada, se completan en un cíclico ida y vuelta que condena a los retoños nativos a ver pasar la historia con la ñata contra el vidrio. Siempre son otros los que usufructúan el momento para, una vez concluida la efímera etapa, partir sin dejar rastro. Así, el convoy va y viene, primero repleto de expectativas, después de decepciones. Si hay algún culpable, los cañones apuntarán a la esquiva "suerte".
"Si vendo mi alma ¿quién la comprará? (…) si miento un poquito ya me perdonarás." Las últimas declaraciones del dt –más allá de la posterior aclaración– enviaron al matadero al plantel. Por eso no extraña que él haya sido excluido de los insultos del sábado. No es tonto. Se preparó el camino. Escrachar a un puñado de almas desorientadas y desentendidas es fácil. Aunque después se intente revertir el argumento con un correcto mea culpa, el antídoto ya fue inoculado. El carisma y el discurso oportunista resultaron efectivos. Lo lamentable de todo esto es que el entrenador partirá con honores –los simpatizantes nunca olvidarán el tramo final del clausura 08– dejando un lastre dentro de la cancha y otro dentro de la institución.
"Recoge tus cosas y largo de aquí / en nombre de Cristo no quieras seguir", podría entonar la afición una vez finalizado el partido venidero si el marcador resulta adverso. Expresión firme pero para nada agresiva. "Si nadie me acepta, pues bien yo me iré, / estoy esperando que llegue mi tren", replicaría el simpático personaje, resignado pero con la estampa impoluta; seguro de que la afición, tan proclive a borrar de su memoria las horas aciagas, nunca consideraría como un error su paso por SF. Aunque hoy se muestre abatido por la desorientación. Aunque hoy esté quemando los últimos cartuchos. Aunque hoy eche mano a los pibes que, a pesar de la chácara en contrario, siempre ignoró. Aunque el final esté cerca.
APOSTILLAS



