viernes, abril 09, 2010

Enderezando el rumbo

Para una buena levantada, nada mejor que enfrentar a un rival en situación terminal. Según el mediocre razonamiento que impera en ciertas madrigueras vernáculas, en especial el de quienes viven buscando el más mínimo resquicio de donde sacar ventaja, un adversario disminuido, desde todo punto de vista, es la presa perfecta en casos de necesidad y urgencia. Declamar sin vergüenza que es preferible hacer leña del árbol caído antes que sudar para derribarlo en todo su esplendor, no dignifica; muy por el contrario, semejante manifiesto se transforma en una muestra contundente de la poca confianza que inspira el que pretende renacer de sus cenizas. Superar al mejor, en su mejor condición, es otra cosa.

Golear a un equipo fantasma no conlleva ningún mérito. También lo hizo el que marcha último, con destino de descenso. Gran parte de la afición quiere ver a Colón jugando buen fútbol en todas las canchas, con un equipo que pueda recitarse de memoria, con un estilo de juego que lo caracterice en las buenas y en las malas, que no busque especular, que siempre vaya al frente, que sepa manejar todas las opciones de ataque, que sea respetado y valorado por presencia y jerarquía. El modelo contemporáneo ha dejado de lado esas premisas. Hoy se estudian las falencias del oponente y se arman engendros a medida de las circunstancias para justificar sueldos siderales en nombre de la modernidad. Un bluf con fecha de vencimiento.

El negro ganó con tres contragolpes arrolladores, no con una actuación arrolladora. Esperó, cediéndole la pelota al urgido, y le estampó las mortales estocadas con un destello de habilidad que debería repetirse con asiduidad si la idea es obtener el crédito que se le otorga a los destacados por sobre la medianía. Es de esperar que este triunfo sirva para despabilar estados aletargados y volver a centrar la mira en los objetivos. De poco ayudará esta victoria si no se suma la mayor cantidad de puntos que queda en juego, al momento de valorar, en su justa medida, la continuidad del proceso. Caso inverso, la conquista de ayer se reducirá a una simple anécdota, cuando la historia atestigüe: “Colón goleó al peor grande de todos los tiempos”.


APOSTILLAS


Alambrando hasta el final. El excelentísimo señor presidente está como loco, encendiéndole velas a la guía espiritual de la cordial para que los resultados ayuden a estirar el proceso hasta fin de año. Las elecciones no pueden cachar a la falsa pertenencia en un nuevo e incierto ciclo y sin logros futbolísticos para mostrar. El cemento queda, pero no entusiasma.

Efecto embriagador. El triunfo todo lo puede, hasta repone las ganas de hablar al término de los partidos. La reciente experiencia dejó en claro que una seguidilla de empates no inspira al técnico a desplegar su humeante bagaje de locuaz artillería; las victorias, sí. “Se lo debíamos a la gente”, dijo, para avivar el fuego del amor que lo une con la incondicional tribuna.

Se terminó la paciencia. La ex joya de la revolución, perdió la simpatía de la gente. Su tiempo acabó. La afición está pidiendo a gritos que su nombre figure en la próxima lista de candidatos a reforzar filiales hermanas en la divisional que sea. Uno más que fue lanzado al ruedo con bombos y platillos y termina expulsado del sistema sin pena ni gloria.


La Destacada

So pena capital. Los obsecuentes tienen prohibido hablar de “fracaso”. Las tres sílabas más temidas por la falsa pertenencia están muertas y enterradas para el vocabulario rastrero. El chupalerche primero se lo advirtió sin rodeos a su cumpa de programejo televisivo al amenazarlo con “saltarle a la yugular” si pronunciaba la palabra maldita. El terror del amedrentado, ante quien le marcó el territorio cual sabueso imponiendo liderazgo, superó sus tibios argumentos y lo dejó pagando en la discusión. El desquite vino a la hora de ordenar la consumición de la noche. ¡Marche un café con veneno!