domingo, noviembre 29, 2009

Fantochada al plato


Cada quien escucha lo que quiere escuchar, analiza lo que quiere analizar, cree lo que quiere creer, descarta lo que quiere descartar. Hay audiencias más propensas a deglutir el mensaje sin siquiera masticarlo; otras, las menos, directamente lo escupen al darse cuenta que las están subestimando sin el más mínimo prurito. No escapa al convencimiento de muchos que el excelentísimo primer mandatario tiene comprada la opinión del chupalerche primero, quien en su afanosa diversificación ocupa espacios gráficos, radiales y televisivos como vocero oficioso del nuevo mesías del fútbol argentino. Con seguridad no sólo corren sobres, también promesas de mayor acumulación de poder. Sin embargo, algo no funciona del todo bien.

Es fácil manipular a una masa ávida de resultados, adicta a la indigencia intelectual y sin interés por la reflexión profunda, aunque de un tema menor se trate. Pero tal gusto por el manejo de ciertos hilos en las sombras no da prestigio. Al contrario, tamaño compromiso suele dejar en evidencia la ineptitud a la hora de sostener cuestiones inverosímiles, porque hasta para eso hace falta inteligencia. Tirar información como si fuese de fuente propia –el viejo truco del amigo–, para luego quedar en evidencia gracias al discurso presidencial que repite idéntica data pero contada en primera persona, no sólo refleja el nivel de mentira impune con que se mueven ciertos personajes alquilados sino el parodismo nefasto que practican.

Por otro lado, también cuenta en la misma menesunda el grado de supina ignorancia que demuestran al querer defender lo indefendible. Que en el caso del ingrato juvenil que huyó con destino a tierras aztecas “la ley argentina, el derecho argentino, lo asiste a Colón”, es una barrabasada elevada a la enésima potencia. Mencionar como ministro de seguridad de la provincia al secretario de la cartera, sobrepasa cualquier límite. Esta clase de tipejos es la que mantiene informada a la parcialidad rojinegra del acontecer cotidiano de la centenaria entidad. Después se preguntan, por ejemplo, por qué la clasificación a la copa no parece dimensionarse en su justa medida. Para conocer ésta y otras respuestas sólo les bastaría con mirarse al espejo.