miércoles, marzo 12, 2014

Perdidos en el paraíso

Algunos dicen que el equipo se volvió previsible o, desde la margen opuesta, que los rivales le tomaron el tiempo. Otros, que el cansancio le está pasando factura. Lo cierto es que la pálida imagen dejada en los últimos dos encuentros, con sendos empates en el haber, se parece más al prototipo que, todos intuían, iba a cargar con la mochila del descenso. Hasta ahora, la impensada cosecha se basó en una extraordinaria dosis de energía que intenta, a fuerza de frescura, suplir las limitaciones con orden, compromiso y solidaridad; es verdad que los protagonistas están haciendo un gran esfuerzo, que el torneo es exigente y el plantel tiene pocas posibilidades de recambio, pero si la intensidad entra en un tobogán de dudas, el final adoptará el color del fracaso.

Bien vale destacar que el trabajo del entrenador y su directa influencia en el grupo ha visto sus frutos en las fechas donde el reencuentro con el triunfo le abrió una rendija a la esperanza; sin embargo, más allá de la enjundia con que se encararon los primeros lances, la falta de variantes a la hora de pisar campo contrario disparó el estado de alerta. Sin sorpresa, sin jugadas preparadas, sin intentos desde media distancia, sin alternativas que equilibren el buen desempeño defensivo, tambalea el método que pretende mantener el arco en cero como meta prioritaria, pero que necesita consumar la relación entre el arco contrario y los delanteros para concretar el objetivo de la permanencia. Concentrar toda la energía en la exigencia física resulta poco a la hora de medir merecimientos.

La nula capacidad de gol de la ofensiva es lo más preocupante a la luz de lo que se avecina. Cuando el torneo exponga sus vicisitudes y por suspensión o lesión alguna pieza de la última línea necesite reemplazo, el fundamento construido tan laboriosamente puede evaporarse en un tris si no se compensa adelante lo que puede resentirse atrás. Y en este punto resulta clave la zona de volantes. Para abastecer a las piezas de ataque, considerando las tremendas limitaciones del material disponible para ocupar esos puestos, hace falta alguien que no sólo reparta con criterio el juego sino que tenga un mínimo de inteligencia para aprovechar las escasas virtudes de los artilleros con la pólvora mojada. El pelotazo largo hacia adelante, una oda al arreglate como puedas, no siempre es la mejor salida.


APOSTILLAS

Papita pa'l loro. El modelo de acumulación de matriz diversificada con inclusión social le retuvo a la dirigencia el treinta y cinco por ciento del fangote destinado a saldar la bendita deuda que derivó en la quita de seis puntos, por lo tanto el compromiso sigue pendiente de pago. Para terminar con la pesadilla, hay que volver a juntar billetes verdes, esta vez calculando el mordisco del estado. Palometas al ataque.

Roja directa. Nueva expulsión del exasperado conductor. Menos mal que se dio cuenta y prometió no volver a reincidir en el mal paso. "Me ví y me dio vergüenza", dijo en tono sincero. La situación requiere una conducta firme con los dirigidos y controlada al momento de impartir indicaciones. El desquicio debe mantenerse fuera del corralito si la imagen que se pretende irradiar emparenta con la seriedad. Un poco de compostura.

Cambio y fuera. Todavía no se sabe si los arrestos de habilidad del goleador del equipo fueron un aborto de la naturaleza o un indicio como para tenerle fe. Esta vez la amenaza no surtió efecto y el pibe vio el cartel electrónico con su número a los treinta y cinco del primer tiempo. La incineración parece ser parte de la estrategia psicológica del técnico. Los pucheros, una vez consumado el hecho, no sirven de mucho. A ponerse las pilas.

Siempre listo. Para no perder la costumbre, fue el encargado de tirar buenas nuevas. Emisarios del resto del mundo pasaron a pispear a un par de ejemplares salidos de la revolución de inferiores. Aunque los apuntados no hayan colmado las expectativas, el chupalerche primero se dio el gusto de anunciar la posibilidad que lo desvela desde que tomó partido por la falsa pertenencia. El zorro pierde el pelo pero no las mañas.