miércoles, enero 27, 2010

Cuestión de principios

Cosa rara. Es la primera vez que un triunfo le deja a la afición una sensación amarga. El negro ganó, pero la falange colonista abandonó las gradas mascullando bronca. No sólo porque lo que podría haber sido un triunfo contundente terminó siendo una apretada victoria, sino porque el rendimiento del equipo sembró algunas dudas de cara a la revancha. Apelando a una simple analogía, la muchachada le robó el libreto al clima. Primero, un calor abrasador; después, frente de tormenta y por último una atmósfera calurosa que dejó a los mortales clamando por más fresco. Esos mismos matices le ofreció Colón a las miles de almas que colmaron el Brigadier para festejar el retorno a la competencia más importante del continente.

El once sabalero entró con un saludable ímpetu a llevarse por delante al rival, a no dejarlo pensar, a desparramar casacas adversarias por todo el campo de juego desde el inicio y conseguir una tempranera ventaja que le permitiera desandar el partido con tranquilidad, tirándole al visitante la responsabilidad de remontar un resultado adverso. Duro poco. Cuando los trasandinos se despertaron, la sangre y luto entró en un extraño letargo y hasta corrió serio riesgo de irse al descanso perdiendo por una diferencia importante. En el segundo tiempo, el primer movimiento de piezas le cambió el color al lienzo y una ráfaga de calidad pareció liquidar la contienda; sin embargo, enfrente no había ningún muerto y llegó el segundo.

Si la afición abandonó el estadio con un dejo de preocupación –por más fuerza que hayan hecho los lambiscones más rastreros del parodismo vernáculo en favor del avezado entrenador, de los eximios jugadores y hasta del solícito aguatero– fue porque razones no le faltaron. La defensa hizo agua –extrañó sobremanera a una mala persona y mal jugador (impresentable vice dixit) –, el medio se mostró endeble en la marca y tibio en la generación de juego; como consecuencia, los delanteros no tuvieron muchas oportunidades claras. Así y todo, el sabalero se quedó con el triunfo y viajará con viento a favor. Sólo tendrá que hacer valer sus propias convicciones. El contrincante sabe bastante de fútbol pero no es una fortaleza inexpugnable.


APOSTILLAS

Treinta segundos de fama. El primer mandatario conminó al vestuarista de la cadena transmisora a darle aire para propalar a nivel internacional los logros de su gestión. Los parodistas porteños ya lo tienen calado y sólo le obsequiaron medio minuto de pantalla como para sacárselo de encima. Después se quejaron de la cabina asignada. ¡Personas no gratas!

Como moneda de dos pesos. La falsa prédica en favor de la ciudad y su gente –con vistas a conseguir dinerillos del estado para financiar las obras en el estadio– se cae cada vez más asiduamente. Ahora resulta que firmaron un convenio con una agencia de viajes porteña para trasladar a los simpatizantes durante el tiempo que dure el sueño copero. ¿Y las locales?

Guarda con las recaídas. El referí le perdonó la vida en más de una ocasión. Durante el primer tiempo se dedicó a la fricción y el mediocampo cantó ausente. En el segundo recuperó la brújula y puso todas sus energías en hacer lo que sabe. El entrenador debería hacerle repasar la lección del año pasado para que el equipo no lo pierda en el momento menos indicado.

Con el cuchillo entre los dientes. Las dichos del dt acerca del “ahora los conocemos” desató el primer enfrentamiento del año entre el hemisferio pensante de los mediodías ex enredados y el dúo de chupalerches más serviles. El empleado del club intentó «interpretar» las palabras en cuestión aclarando que los protagonistas habían visto “una hora de videos”. ¡¡¡Andá!!!