jueves, junio 25, 2009

Con olor a naftalina


Resulta incomprensible que, a esta altura del siglo veintiuno, y con tanta tecnología a disposición de los medios de comunicación, un canal de cable recurra a la vetusta y repetida fórmula de la charla de café –en este caso sólo agua, y probablemente corriente– para armar un programa cuyo eje central sea el fútbol. Y si al frente de tan mustia y arcaica expresión creativa, se improvisa a un dúo de conductores soporíferos, sin ritmo televisivo y sin nada interesante para decir, el resultado no deja de ser el previsible. Un producto insulso, insignificante, totalmente intrascendente. Anunciado como emblema de la señal, el envío sólo refleja la indigencia conceptual, en materia artística y periodística, del equipo involucrado.

En esta oportunidad con la inclusión de una mala actriz haciendo las veces de “dueña” del bar –en realidad, la secretaria que acerca los mensajes a la mesa–, un viejo conocido con menos carisma que un protozoo rizópodo, y un nuevo conocido tratando de ocultar el vacío intelectual con simpatía forzada, comenzó otra etapa de este engendro que bien podría encuadrarse en más de lo mismo. Agradecimientos con marcado tinte obsecuente, preguntontas a los invitados, mensajitos de salutación que no le interesan a nadie –uno hasta se atrevió a calificar al bodrio de “excelente” cuando no habían transcurrido ni diez minutos de la apertura–, en fin, mucho curriculum, mucha presencia mediática pero aporte cero.

Todo el mundo sabe cuáles son los intereses que defiende el chupalerche mayor, y en igual sentido marcha su compañero de ocasión, por lo que no sorprende el raquitismo de la propuesta. Extraña sí, que con tanta gente joven, con ideas innovadoras, dando vueltas por la ciudad, no se le abra un espacio a la renovación de voces y caripelas, a las generaciones que tengan ganas de contribuir con un toque diferente. En lugar de atestar la pantalla con los mismos carcamanes que pululan por el pasquinejo vernáculo deberían abrir un concurso de proyectos con vistas a sustituir esa camada de empleados casi públicos que no ha sabido formar cuadros superadores. Donde la medianía reina, a lo mejor es mucho pedir.