miércoles, octubre 16, 2013

A la guerra en pañales

La afición pedía a los pibes y el conductor de la casa le dio el gusto. No por convicción, sino por descarte. Una intención que la dirigencia venía madurando hace tiempo. Hacerse eco de la voz popular puede ser la mejor coartada en caso de fatalidad. De paso, si sale bien, podrá agitar la bandera de la revolución; si sale mal, se habrá perdido la guerra pero bajo el arrullo de la pertenencia. Tirar a la cancha a la purretada resulta un arma de doble filo, especialmente para quienes se han llenado la boca hablando del trabajo en inferiores. El riesgo de dejar en evidencia la mentira del relato, con una banda más de jóvenes no aptos para la alta competencia, es demasiado alto y comprometería la continuidad de la gestión.

Para hacer pie en el profesionalismo no sólo hay que tener una excelente relación con la pelota, también hace falta pensar, requisito indispensable del que adolecen las camadas menores y que los formadores no han sabido enseñar en la teoría, ni transmitir en la práctica. Prototipos de potrero, abundan; inteligencia para justificar un lugar entre titulares de primera división, no tanto. El voluntarismo es una cosa, la capacidad otra muy distinta. En el empate que, al decir de los mediocres, por lo menos cortó una racha negativa, se vio un exceso de individualismo, demasiadas ganas de demostrar, y ninguna idea en favor del juego asociado. La imperiosa necesidad de sobresalir también es una mala consejera.

Párrafo aparte para quien supo desertar, abrumado por las vicisitudes del cargo. Hoy vuelve recargado de cháchara en oferta y salpicado por una impronta perimida. La relación de confianza con los medios no va a salvarlo del golpe si no cambia rápidamente la imagen que dejó la última vez que intentó interpretar un papel demasiado grande para su medida. Dice saber a qué se enfrenta, dice tener la confianza necesaria, dice conocer el paño y las fichas, dice estar seguro del sistema y las variantes, dice lo que las gradas quieren escuchar. Así las cosas, una pregunta se hace inevitable. ¿Qué pasaría si el manotazo de ahogado no alcanza para sobrevivir en las tumultuosas aguas de la categoría?


APOSTILLAS

Pongui pongui. Que las incorporaciones no hayan rendido lo esperado no le quita el sueño al excelentísimo señor presidente, total cada una ya hizo el aporte correspondiente a la causa instantes antes de estampar la firma. Lo que sí lo tiene un tanto alterado es la falta de fondos disponibles y las deudas acumuladas. La convalecencia le viene de perillas para tirarle la manga al don. Pronóstico reservado.

Noche de brujas. Los cráneos que se autoeligieron para formar la subcomisión de fútbol sólo buscaron apagar el incendio con demagogia en estado puro. Ni ellos creen que vayan a tomar alguna decisión más allá de lo que permita quien realmente corta el bacalao, que bien se aseguró de rodearse de sanguijuelas con pocas luces para que no le hagan sombra, llegado el caso. Hombre precavido vale por dos.

Asalto en masa. Un conglomerado opositor pretende meterle presión a la falsa pertenencia. Pedidos de asambleas por aquí y por allá, advertencias varias, gasto de energía al divino petardo. La gestión ya avisó que no dará un solo paso contra sí misma. Para sacar la basura escondida debajo de la alfombra hace falta el masivo apoyo de los socios, todavía poco convencidos del peligro inminente. La comodidad es más fuerte.

Asesino serial. El chupalerche primero se cobró otra víctima. Fiel a su costumbre, apuñaló por la espalda a un indefenso. Esta vez le tocó el turno al ex gerente técnico, a quien responsabilizó por la última capitulación del entrenador reincidente. "Después que no venga a decir que no le daban pelota", fulminó con un dejo de animosidad. Lástima que no lo dijo en su momento. Hoy un juramento, mañana una traición.