martes, junio 21, 2011

Verdades mentirosas

Habrá que rendirse ante las evidencias y admitir la realidad. El campéon del fútbol argentino envidia el modelo Colón. Envidia a sus dirigentes, ejemplo de probidad, abnegación, compromiso desinteresado, modestia y, sobre todas las cosas, pasión por los colores. Envidia su estructura de inferiores, el predio, la pensión, los recursos humanos al servicio de la formación social y deportiva de los cuadros amateurs y, por supuesto, sus jóvenes talentos que no dejan de sorprender por aptitudes innatas y preparación adquirida. Envidia su estadio, las flamantes y modernas instalaciones financiadas con ingresos genuinos de la entidad y la tecnología de punta que permitirá llegar al mundo entero cuando se ponga en marcha el evento continental orgullosamente organizado.

También envidia su hotel, único en latinoamérica -un sueño del excelentísimo señor presidente-, fuente de futuros recursos y que albergará, en lo inmediato, a las rutilantes figuras del seleccionado mayor que disputarán el segundo torneo más importante del mundo. Envidia su plantel profesional, una acabada combinación de experiencia y juventud, que muy pronto colmará de satisfacciones a su gente. Envidia a su cuerpo técnico, un grupo de meritorios profesionales, altamente capacitados para diseñar el camino a la gloria. Y envidia a su masa societaria, sabia y reflexiva a la hora de elegir una conducción fiel espejo de su sentir. Los honores futbolísticos, única asignatura pendiente, está claro que con semejante fundamento, no tardarán en llegar como corolario de tamaña perfección.

Este torneo, al igual que en anteriores ocasiones, ha sido producto de la mala fortuna. Las condiciones estuvieron dadas, sólo faltó suerte. De todos modos, como vaticinó un prócer de la casa, el título se dará por decantación, naturalmente y como consecuencia de una conducta ejemplar de todos los estamentos involucrados en el objetivo. La envidia -sana envidia- es un síntoma inequívoco de que las cosas se están haciendo bien, de que éste es el camino. La próxima temporada deberá tomarse como una nueva oportunidad para trasladar a la cancha los éxitos institucionales. El proyecto, gracias a las políticas que lo sostienen, está firme y direccionado a cristalizar en la faz deportiva un proceso de crecimiento sin precedentes en ciento seis años de historia. Cualquier opinión en contrario, es puro cuento.


APOSTILLAS

Rasguña las piedras. La paupérrima cosecha del eterno "ito", mereció una nueva ratificación de parte del excelentísimo señor presidente. Quien sacó ocho puntos de treinta, tendrá entonces a su cargo el armado del próximo plantel. Teniendo en cuenta que el gasto importante está descartado, la combinación de lo que puede venir con un técnico que carece de respeto profesional entre sus dirigidos puede ser letal.

Confesiones de invierno. En la previa, el impresentable vice, reconoció que "hemos sido un desastre en los dos últimos campeonatos", evitando mencionar la tan temida palabra «fracaso». Calificó de "injustos" los recientes insultos hacia el primer mandatario y le restó importancia a la conformación de una subcomisión de fútbol y a la figura del mánager. Según estimó, con su rol dentro de la estructura es suficiente.

Quizás porqué. Lo que en la semana fue considerado como "una preparatoria para cosas importantes", tras la derrota se transformó en un mar de dudas. Vacío de argumentos, el entrenador dejó pagando a los medios que esperaban ansiosos sus declaraciones post partido. Mientras la dirigencia y sus esbirros hacen su parte, la afición ya evalúa la posibilidad de que el ungido encabece la lista de eyectados del próximo torneo.

Fabricante de mentiras. Dicen los que saben que quiere retirarse con una campaña digna, cosa que el destino, arteramente, le viene negando. Como cada fin de torneo, las incomprobables ofertas de medio oriente lo pondrán en una nueva disyuntiva. De todos modos, tres camellos y un barril de petróleo, difícil que puedan superar la oferta de jugar un clásico. Eso sí, la condición está fijada, nada de formar un "equipito" porque se pudre todo.