lunes, marzo 12, 2012

Desnudo y a los gritos

En los momentos más álgidos la consigna siempre ha sido la misma. Resguardar a la dirigencia y al cuerpo técnico de turno, dejando en el centro del huracán a la muchachada que no pone lo que tiene que poner. Y esta vez los protagonistas, a sólo cinco fechas del inicio, sintieron el golpe como nunca antes. Cabezas gachas, miradas bajas y espaldas anchas para atajar insultos y proyectiles de diverso calibre, marcaron el epílogo de un bochorno como tantos otros. La diferencia, en esta ocasión, estuvo en la declaración formal que partió de las gradas. Se acabó la paciencia, la historia cambia o se viene el escarmiento para todos los responsables de este lamentable presente, sin distinción de escalafón o trayectoria.

Es cierto, la temperatura fue un escollo insuperable para un equipo cansino y sin variantes que, a simple vista, parece adolecer de un óptimo estado físico; pero determinados condicionamientos no deberían dejar sin estrategia a un técnico consciente del material con que cuenta y conocedor del cielo que lo cobija. Vale recordar que el conductor admitió públicamente haber visto los dos primeros partidos del torneo y que, ya se sabe, los desocupados no le pierden pisada a los equipos con entrenadores tambaleantes. Además, cumpliendo con su función de enlace, el amigo debe haberlo puesto al corriente de las cuestiones internas que dominan el vestuario. Por lo tanto, el traspié recorta la confianza que la afición suele dispensarle a un nuevo ciclo.

Respecto de la parcialidad, está claro que dijo basta, harta del relato absurdo e inconsistente que desde hace unos años socava el sentimiento en defensa de intereses personales. Aunque algunos se hagan los desentendidos, ésta es la consecuencia de tanta charlatanería barata; que si bien en un principio dio frutos, hoy deja al descubierto la vacuidad de un proceso inflado a partir de la insana explotación del desesperado anhelo por figurar, a cualquier nivel y precio, que subyacía en el espíritu rojinegro. La realidad habla de replanteo, aunque del lado dirigencial las cosas estén cantadas con los movimientos recientes. Un cambio de actitud germinó en las gradas. Si desde adentro no hay señales, desde afuera se accionará el disparador.


APOSTILLAS

Acojonado. Protagonista absoluto de la semana, el excelentísimo señor presidente sacó el facón y tajeó a cuanto muñeco intentó robarle cartel. Repartió a diestra y siniestra en su cruzada por resultar creíble ante los socios que padecieron el clásico. Sin embargo, lastimosamente, otra vez falló. Desde todos los costados llovieron antónimos de lo que pretendió parecer.

Abatido. Una tortura fue, para el secretario técnico, la imagen que emanó del campo de juego. La liturgia del club modelo, la revolución de inferiores, el plantel de jerarquía, el proyecto más envidiado del fútbol nac&pop, se le vino abajo de golpe y le provocó flor de desencanto. Dicen sus íntimos que un dejo de arrepentimiento sobrevuela sus atribulados pensamientos.

Abrochado. El conductor procuró poner paños fríos contando una realidad edulcorada. Necesita ganar tiempo para encontrarle la vuelta al jaleo donde lo metió su camarada. Como primera medida, exámenes físicos para todo el mundo, disfrazados de evaluaciones rutinarias para algunos. No la tiene fácil, pero todavía le quedan algunos ases en la manga antes de darse por vencido.

Arrastrado. La muchachada debería saber en qué aprietos mete al chupalerche primero cada vez que ofrece una actuación como la pasada. Enfocar el pseudoanálisis en "la locura de la gente" da cuenta de lo complicado que resulta encontrarle una explicación al presente cuando se contó la historia con la voz comprada. Las pocas luces son una constante; el apagón completo, un papelón.