
Las tragedias griegas siempre terminan mal, pero dejan una enseñanza moral. En el desarrollo del relato dramático, las situaciones se van sucediendo de forma tal que despiertan en el público diferentes sentimientos, inclusive contrapuestos, hasta llegar al castigo purificador que da por cerrada la historia y que desencadena la catarsis final del espectador. Podría decirse, entonces, que los colonistas han sabido vivir en carne propia el género que los poetas de la antigüedad hicieron famoso, pero sin final aciago, por lo menos en lo deportivo. Aunque, indudablemente, unos cuantos personajes terminarán en desgracia, rindiéndole honores a las narraciones épicas de la Grecia clásica.
Colón finaliza un ciclo. Uno de los peores de su historia. Por más que intenten hacerle creer al simpatizante que estos dos años fueron un dechado de virtudes con mala fortuna en el aspecto futbolístico. Si algo queda para rescatar, es la convocatoria que generó la sangre y luto en la última instancia. Lo que significa que la multitud está, sólo es cuestión de saber cómo hacer perdurable el vínculo que une a los colores con su gente. Un pequeño detalle que esta conducción no supo ver, o no le interesó ver, hasta que lo apremiante de la ocasión ameritó el llamado desesperado. Y la afición respondió. Hacía mucho tiempo que el Brigadier no se mostraba colmado y festivo. Para apuntar.
Pasado el desahogo, debe sobrevenir la calma. Por lo tanto, habrá que aprovechar la tranquilidad que deparó el resultado para examinar a conciencia los próximos pasos. El sabalero zafó, en el más amplio sentido de la palabra. Escapó de un riesgo, se liberó de una molestia. Pero ahí. En el minuto 47 del segundo tiempo del encuentro definitorio. Después de padecer durante dos largas temporadas. La centenaria institución, la fiel parcialidad, no merecen esta lacerante realidad. Es hora de bregar por logros y distinciones. Es hora de darle la espalda a la mediocridad dirigencial. Es hora de elegir con responsabilidad para no repetir errores. Es hora de optar por lo mejor, porque “lo peor, está por irse”.
APOSTILLAS



