sábado, enero 01, 2011

Pintura fresca


Un gran autor uruguayo suele afirmar que despunta el vicio del arte narrativo para “cuestionar la uniformidad de la opinión”. “Es verdad que la historia la escriben los vencedores; es parte del botín, quedarse con la memoria”, sentencia al explicar su interés por rescatar las voces de “los invisibles y olvidados”, aquéllos que completan el círculo del relato imperfecto. Mientras los primeros pretenden borrar del mapa a los segundos; los segundos, resisten. Será por eso que el testimonio de los vencidos es como una espina en la garganta de quienes creen ser los dueños de la verdad. Así como la palabra escrita tiene una fuerza arrolladora e incalculable, el clamor del derrotado contamina la límpida exégesis del victorioso, matizándola con toques de realidad.

La continuidad de la falsa pertenencia le permitirá a sus esbirros seguir viviendo de la institución. Tanto a quienes sin vergüenza brindan su interesado apoyo por unos mangos, como a los que pretenden despegarse de una imagen rastrera detrás de un impoluto disfraz que nos les queda. Tanto a quienes no se inmutan ante el calificativo de obsecuentes, como a los que niegan recibir compensaciones a cambio de servicios prestados. Tanto a quienes el nivel intelectual les juega en contra, como a los que están convencidos de superar la media y ni siquiera pueden hacer un descargo con categoría periodística. Tanto a quienes no les interesa el qué dirán, como a los que patalean por sentirse tocados pero gozan tirando la primera piedra.

Los principios de quienes no difunden determinada información pero propalan satisfechos, y con manifiesta intencionalidad, otra, tienen el mismo valor que una moneda de dos centavos. Con semejante escenario se abre el año y un nuevo período en el que va a estar bueno observar con detenimiento cada paso. De los unos y de los otros. El desarrollo de los acontecimientos le abrirá la puerta a la contracara de la versión oficial, mal que le pese a unos cuantos. Alertas deberán mostrarse los adoradores del discurso único pues no estarán solos. Los acompañarán todos quienes deseen asumir el pacto de “ejercitar el derecho a la curiosidad y a la desconfianza”, para “aproximarse a las posibles buenas respuestas, que son las que merecen una nueva pregunta”.