jueves, mayo 21, 2009

Una de piratas


La imagen que quedó registrada en todas las retinas es la de un triunfo rutilante, sin embargo el trasfondo es tan oscuro que puede acarrear consecuencias imprevistas e indeseables para los involucrados. Si bien es sabido que “ladrón que roba a ladrón tiene cien años de perdón”, los pícaros con poco rodaje, difícilmente consigan salir indemnes cuando de pasar por encima a cierto de tipo de gente se trata. La empresa fue inflexible y la banda organizada para la ocasión –dirigencia, funcionarios públicos y parodismo vernáculo rastrero– consiguió burlar los cánones impuestos convirtiendo un show privado en un espectáculo de acceso libre y gratuito. A simple vista, todos ganaron, menos los que sacaron su entrada con anticipación.

A pesar de la euforia generalizada, pudo saberse que más del cincuenta por ciento de los boletos fueron “obsequiados”, versión que ni siquiera el dúo de chupalerches consuetudinarios se atrevió a desmentir. Según dejaron entrever estos últimos, la intransigencia de los organizadores del evento, a la hora de evaluar una rebaja apreciable en el precio de las localidades, llevó a la dirigencia a tomar la drástica decisión de llenar, a como de lugar, un estadio que apuntaba a vergüenza nacional. Es de suponer que el grupo hacedor, en algún momento, se cobrará la osadía; en especial, considerando que el destinatario del mayor porcentaje de la recaudación es el endiosado entrenador del seleccionado nacional.

De todas maneras, por una noche, y cual ceniciento posmoderno, el excelentísimo señor presidente pudo pavonearse entre la élite al compás de un exquisito sushi regado con burbujeantes néctares etiqueta negra. Una pena que la tv porteña, concentrada exclusivamente en los protagonistas, no se haya percatado de su esbelta figura gastando pasillo a la espera de un minuto de fama. Como corolario, la fiesta cerró con un agasajo a sí mismo y anuncios mesiánicos. Tal vez sea hora de que los socios de Colón se pregunten si pretenden una institución que pueda vanagloriarse de títulos futbolísticos o una entidad que sólo tenga para mostrar un impactante patrimonio edilicio capaz de albergar ilusiones sin sustento real.