jueves, febrero 17, 2011

Polvo en el viento


Administrar dineros ajenos, sin el más mínimo control, es el súmmum para cualquier sujeto con aspiraciones de poder. Y si se trata de un negocio que mueve millones, con más razón, porque los beneficios podrían calcularse como infinitos. Por ejemplo, si en la laberíntica ruta del dinero, unos cuantos billetes tienen la desgracia de esfumarse, nadie se dará cuenta; si se hacen malas inversiones, nadie pedirá explicaciones; si los patrimonios personales se incrementan, a nadie le moverá un pelo. Una fórmula deseada por muchos pero sólo experimentada por un puñado de elegidos, que intentarán seguir prendidos de la solapa de la omnipotencia a perpetuidad.

Desde que el mejor presidente del país hizo pié en la institución, lo que entra y lo que sale de la caja es un misterio que ni los contadores que dibujan el balance han podido descifrar. Sin embargo, en lo que respecta a incorporaciones, aunque tampoco se conozcan los números que están en juego -compras y contratos-, los fracasos quedan indefectiblemente expuestos. Si bien es cierto que esta comisión de fútbol no sabe nada, tampoco los entrenadores que pasaron en este tiempo han sabido elegir con el "ojo clínico-futbolero" que, según elucubró el pasquinejo vernáculo, tienen otros empleados del club, ocupados en la revolución de inferiores, con menos chapa y menos sueldo.

La discusión la puso en el tapete la dupla que anima los mediodías asoleados al enterarse que dos de los cuatro recién llegados, ambos con espectaculares antecedentes -uno de selección y el otro crack en un descendido conjunto guaraní-, no figuran ni en el banco de suplentes con vistas al próximo encuentro. Para colmo, ayudó a sacudir los cimientos la conformación del grupo de los relevos de la primera fecha. Tres estrellas devaluadas calentando asentaderas a un lado del campo de juego. Tres estrellas llegadas con sobrados pergaminos que hoy no califican para el once titular. Como nadie pierde, ni pone de su bolsillo, el platal tirado al fango no merece la más mínima discusión. Así, cualquiera.