jueves, junio 13, 2013

Desencuentro con la fe

Después de la derrota ante el clásico rival en condición de descendido, la recriminación copó la parada. En medio de un clima de reproche generalizado, las gradas se encargaron de transmitirle a la muchachada, y también a la dirigencia, la vergüenza que hace una semana las embarga y no les permite levantar la mirada del piso. Esta vez no hubo mensajes discordantes, todos coincidieron en lanzar los dardos hacia los mismos destinatarios. La excusa perfecta para que los golpeados protagonistas mostraran en cancha lo mismo que mostraron a lo largo del certamen y para que la falsa pertenencia se refugiara en el papel de víctima, tal y como acostumbra cada vez que se le enrostra su marcada ineptitud. Unos se sintieron presionados, los otros incomprendidos.

Por el lado del entrenador, la estrategia nació trillada. Cuando los resultados brincaban a favor, la reticencia a sentirse confirmado en el puesto revelaba una figura gustosa de fluctuar entre el divismo y la especulación; ahora que la historia aparece poco amigable, la predisposición a acompañar el "proyecto", cómo y desde dónde el poder de decisión determine, destapa la patética imagen de quien no está dispuesto a desprenderse de una beca bien remunerada sin dar una pelea acorde. A la hora del discurso, la repentina certeza de haber iniciado y consolidado un proceso conforme a los lineamientos impuestos por la gestión, y el manifiesto compromiso con el modelo, dejaron en evidencia a un aplicado alumno repitiendo de memoria la lección que el tribunal evaluador quería escuchar.

A dos fechas del final, para calmar los ánimos, se echó a correr el rumor de un cambio. Lo cierto es que con una conducción en duda, unos cuantos veteranos con ciclo agotado, un puñado de pibes que no consigue despegar y las arcas saqueadas, el futuro asoma bastante oscuro. Los fracasos se van acumulando y la charlatanería ya no surte el mismo efecto. La afición está cansada del verso reiterado, mascullando bronca y a un tris de estallar. Con el fin de desviar la atención de la masa enardecida, la usina generadora de cortinas de humo, siguiendo precisas instrucciones, hará lo mejor que pueda para, rápidamente, dar vuelta la página. En medio de la tempestad, nada mejor que hacer borrón y cuenta nueva, total nadie quiere quedar atascado en medio del chiquero sin posibilidades de salir.


APOSTILLAS

Sueño americano. Ocupado en su propio proyecto, el excelentísimo señor presidente se perdió las maravillosas estrofas que le dedicó todo el estadio para expresarle su más profundo agradecimiento por la impecable gestión que con tanto sacrificio está llevando a cabo. Esta vez, no hubo abstenciones. Que ningún insignificante traspié empañe el camino plagado de logros.

Siempre listo. En la previa, el impresentable vice se despachó a gusto ante el inocuo requerimiento del parodismo vernáculo. Fiel a su estilo, entre incongruencias a media lengua, le pegó a los "agoreros del apocalipsis", a los "golpistas políticos" y a las "agrupaciones que no existen"; reconoció errores y se comprometió a redoblar esfuerzos. Estamos mal, pero que no se note.

Me quiero ir. Las reprobaciones son difíciles de digerir, especialmente para quienes se creen ídolos en potencia. El volante víctima de los más duros improperios, al final de la faena, deslizó la posibilidad de un fin de ciclo, aunque, afirmó, no le gustaría que se de en malos términos. Comodidad, desgaste, estancamiento, fueron las palabras elegidas para describir la secuencia. Nunca tan acertado.

Un millón de amigos. Fue ungido capitán por sus propios compañeros por trayectoria, temperamento y por ser uno de los últimos referentes históricos. Luego de la derrota en el clásico ya había dado muestras de fastidio cuando se quejó de la inimputabilidad de los purretes. Ahora fue más allá y, con sonrisa socarrona, regurgitó "a mí la gente no me importa". No se lo va a extrañar.