
Sólo durante la infancia se vive en un mundo de fantasía. Llegar a la edad adulta implica una constante lucha contra los golpes que asesta la realidad cotidiana. El engaño, como tantos otros males, forma parte de ese día a día que en todos los ámbitos de la vida debe enfrentarse con estoica madurez. Hacer de una mentira un hecho sólido y sostenido en el tiempo requiere de dos piezas en continua interacción: un embaucador y un embaucado. El primero debe ser muy bueno para lograr su objetivo y el segundo muy cándido para aceptar, sin cuestionamientos, una puesta en escena hecha a medida de la farsa.
Doce años es demasiado, lo que lleva a concluir que en Colón de Santa Fe o el artificio fue de los mejores o los colonistas pecaron de ignominiosa ingenuidad. Porque echar culpas sobre una sola persona es otorgarle excesivo mérito, en tal caso parece más adecuado utilizar el término “complicidad” para intentar entender cómo se llegó a una situación actual tan distante de la bienaventuranza que se vendió y la gran mayoría compró.
Hoy la clave pasa por no repetir errores, por no dejar hacer –por comodidad, por complacencia o por lo que fuera– sin preguntar, sin dudar, sin debatir, sin discutir, ejercicio que contribuye a crecer y mejorar, a aceptar con humildad las críticas, a asumir los desaciertos y a cambiar para alcanzar una instancia superadora. Quedarse en la queja burda, sin asumir la responsabilidad de “participar”, es el facilismo más puro que no admite ningún reclamo posterior.
Participar, esa es la cuestión. Los foros virtuales de discusión, las acaloradas charlas de café, las polémicas reuniones de amigos, no sirven para nada si los reclamos no se plantean en el espacio que corresponde. Y una asamblea es la oportunidad ideal para escuchar y ser escuchado. Sólo una actitud participativa puede generar tranquilidad de conciencia; lo contrario, cerrar los ojos o mirar para otro lado, es tan peligroso como continuar viviendo una mentira.
La novela del joven peruano continúa sin su “the end”. ¿Premier League o Calcio? ¿Calcio o Premier League? Al parecer los intereses del club no coinciden con los de Juan Manuel. ¡Ma’sí… que mejor se quede!
Eminencias colonistas piden “juicio y castigo” al máximo culpable del cataclismo rojinegro. ¿Guillotina o paredón? ¿Destierro o calabozo? El peor castigo sería… embargarle unos cuantos novillitos.
La vieja guardia radial-local todavía ignora en qué división milita el Catania. No vendría mal informarse antes de azotar el micrófono del estudio para no pasar papelones al aire. ¡Un cacho de cultura!
Para hacer buenos negocios nada mejor que contratar a un buen “lobbista”. La dirigencia rojinegra encontró un meritorio exponente en el vespertino local. Si Vargas no arregla con el Portsmouth no será porque no se hizo fuerza.