domingo, septiembre 05, 2010

Terapia de grupo

No fue tan difícil. Ni siquiera necesitó recetas mágicas. Le resultó menos complicado que pensar un cambio. La estrategia tuvo dos facetas fundamentales. Una, la hizo pública. La otra, quedó en la intimidad. Por un lado, incentivó a la muchachada haciendo hincapié en la certeza de que el rival no iba a contar con cuatro titulares. Por el otro, hundió el bisturí hasta el fondo: “Si no ganamos, doy un paso al costado”. Con estas palabras, tal y como confirmó uno de los protagonistas al finalizar el encuentro, el entrenador intentó avivar el fuego sagrado, por estos días casi extinguido, que alimenta el amor propio en circunstancias adversas. Lo consiguió. Sus dirigidos sacaron pecho y jugaron como para salvaguardar su pescuezo un tiempo más.

Como acostumbra decir el parodismo vernáculo, apelando al lugar común, esta victoria le dará aire para trabajar con tranquilidad durante la semana. Pero ¿es posible hablar de recuperación? Con un tanto producto de un obsequio del adversario. Con una etapa inicial para el sufrimiento. Con un once titular dónde nadie sabe quién es quién ni de qué la va cada cual, el sabalé parece más un crucigrama indescifrable que una sopa de letras apta para un primero inferior. Es saludable que los jugadores le demuestren su apoyo al técnico, con mayor actitud y compromiso –como él mismo pidió–, pero el funcionamiento lejos está de verse asomar; un par de arrestos de calidad no son señales suficientes, ni siquiera esperanzadoras.

El transcurrir del torneo dirá hasta dónde consiguen estirar la continuidad del “proyecto”, con el humor de la afición fluctuando al ritmo de los resultados. La velada calma que amanece junto a un triunfo, rápidamente se transforma en decepción a la luz de un empate, mientras que se multiplica en repudios de la mano de una derrota. Demasiado vaivén para soportar sobre una sola espalda. Aunque el técnico intente tocar la fibra íntima de la masa colonista apelando a la sensiblería barata, algo se hizo añicos. Y los únicos responsables son quienes creyeron en la subestimación como arma de seducción y encantamiento, ignorando a la realidad que posiciona a todo proceso serio por encima del espasmo burbujeante de una ficción armada para soñar.


APOSTILLAS

Honestidad brutal. El primer mandatario salió a dar su versión, a la prensa porteña, respecto de las declaraciones del sabueso vernáculo que demanda dinero fresco. “Le gustan los micrófonos”, dijo, con conocimiento de causa. Los montos reclamados tienen que ver con “una deuda que es posterior a la conducción de esta directiva” (recontrasic). ¡Clarísimo!

Estropajo multiuso. Mientras el “biondo gnocchi” se hizo cargo de los medios nacionales, al impresentable vice le tocó lidiar con los menos importantes. A media lengua aclaró que el ente recaudador miente y que ellos son ejemplo de buena conducta fiscal. Paradójicamente, lo que más molestó fue que el tema se expusiera públicamente. Mejor no hablar de ciertas cosas.

Marea roja. Después del triunfo que le dedicaron sus dirigidos, le tocó a él devolver favores. “Nunca hablé de falta de actitud”, rectificó. Es comprensible. Tanto parloteo intoxica a cualquiera. La mala intención de cierto parodismo doméstico no tiene límites. No dijo lo que dijo, o no quiso decir lo que dijo, o entendieron mal lo que dijo. ¡Quemá esa grabación!

Patitos desbandados. Las frases hechas le vienen de perilla para no ir más allá de lo que su capacidad intelectual admite. Hablar de “operación de prensa” sin fundamento ya no es tomarle el pelo a la audiencia, es tomarse el pelo a sí mismo. Menos mal que opina de fútbol. Si tuviera que analizar temas trascendentes no lo salvaría ni su árbol genealógico. ¡Patapúfete!