jueves, agosto 19, 2010

Siempre listo


Su opinión aparece cuando hace falta darle aire a una situación que no consigue sostenerse por sí sola, apelando a la tergiversación de la realidad para llevar agua hacia el molino de los intereses que, hoy por hoy, defiende, con el chupalerche primero como mascarón de proa, el pasquinejo vernáculo. Y como si su voraz pluma, de reconocidas características fenicias, fuera lo suficientemente poderosa como para manejar el ánimo de la afición cual titiritero de feria decadente. Pues algunos personajes, fieles practicantes del sofisma posmoderno, deberían percatarse de que, a esta altura del partido, la mayoría colonista parece haber pegado el estirón. La falsa pertenencia y el mayorista de humaredas caminan por la cornisa.

Sostener que el disgusto de algunos y la preocupación de otros están emparentados con el exitismo es una falacia. Tanto el excelentísimo señor presidente como el técnico, hace rato que vienen taladrando el cerebro del simpatizante con promesas vanas y estrepitosas aseveraciones sin sustento. La arenga inmoderada siempre partió de los cráneos del “proyecto”, como estrategia para concentrar el apoyo popular y mantener viva su propia llama. Diagnosticarle al hincha una dolencia llamada “expectativa desmedida” –parafraseando al inefable entrenador–, acusarlo de desagradecido y tildarlo de mediocre (menos mal que se incluyó), por no dejarse engatusar con la andanada cementicia, huele a discurso panfletario.

Del golpe bajo tampoco se salvó el desorientado otomano. El primer mandatario necesita que la prensa adicta le refresque la memoria y así evitar eventuales dispersiones. Refuerzos de jerarquía, pretemporada internacional, ratificación de confianza. Para que la continuidad, de un lado y de otro, se sostenga en el tiempo hacen falta buenos resultados. Por lo pronto, interpretando la voz de la conciencia rojinegra, el filósofo del poder lercherista pide que se “vuelva a lo simple”, como si alguna vez la simpleza hubiera figurado en el cosmos del osado trapecista. Es fácil adivinar que las sugerencias tienen un solo trasfondo. Por más que se lo niegue, de nada sirve “crecer a pasos agigantados” sin el milagro que avale la multiplicación de los panes.