miércoles, noviembre 04, 2009

Ocho minutos de furia

Fueron los que impuso el local cuando se cansó de presenciar, cual testigo mudo pero privilegiado, una lección de fútbol bien jugado. Toque, pelota al ras del piso, caños, gambetas, chiches de variados colores y tamaños, menos el detalle que marca la diferencia: efectividad. Tal nimiedad corrió por cuenta y orden del anfitrión, a través de un delantero que le cobró una deuda a su pasado. ¿Qué el equipo jugó mal? Sí, horrible. ¿Qué parecían volver los fantasmas? Sí, todos juntos. Sin embargo, el sabalé demostró que el amor propio no es un aditamento insignificante a la hora de calificar como aspirante al título. Para volver a colarse en la lucha de los primeros había que ganar y se ganó. Sin lujos, sólo con contundencia.

En esta ocasión, los cambios sí dieron resultado y, nuevamente, el decapitado resultó ser el mismo que en la contienda anterior, el más flojo de la defensa. Aunque habrá que convenir que todo el fondo, incluido el arquero –quien hizo tambalear su bien ganada solidez–, padeció las inclemencias de un mediocampo errático, sin contención ni generación. Durante el primer tiempo, los escasos pasajes en que tuvo la pelota, abusó del centro con la precisión de un reloj adquirido en la triple frontera; mientras que en el segundo, para abrir el marcador, le bastó con acertar al arco con una extraña carambola dibujada en el aire y adentro. Después, la adicción se hizo incontrolable y el nuevo goleador sació su vicio sin mayores explicaciones.

Tanto así, que la afición olvidó por un momento el nombre que solía corear para desgañitarse coreando el suyo. Un tipo de bajo perfil que ayer decidió no exteriorizar su alegría por las conquistas en nombre del respeto. Un tipo que no usa la protesta para comprarse a la tribuna; que puede jugar bien o mal, pero siempre en función del equipo. Un tipo sencillo que hace su trabajo lo mejor que puede y que encontró, como él mismo lo dijo, un esquema que lo favorece. No obstante, deberán ajustarse algunos tornillos porque aún quedan rivales de peso por enfrentar y puede que tres inspiraciones de parte de un solo protagonista hayan sido parte de una circunstancia irrepetible. Faltan siete. Nunca tan cerca, nunca tan lejos.


APOSTILLAS

Clavado olímpico. Visto y considerando la actuación del ahora ídolo, el “biondo gnocchi” le encargó a sus periquitos repitones que difundan para la gilada una noticia bomba. La dirigencia va a hacer “ya mismo” uso de la opción por el delantero. Entre cuatrocientos y cuatrocientos cincuenta mil verdes taca taca. ¡Que no se enteren los cremeros!

Tortura china. Para el entrenador sabalero, enfrentar al equipo de sus amores es un incómodo suplicio. Finalizado el partido, optó por hacer hincapié en el próximo para olvidar rápidamente la tristeza que le provocó éste. “No me gusta nada, ni lo previo, ni durante, ni lo posterior”, dijo escapando de los medios. Su rostro fue más que elocuente.

Poca cosa. Mientras las huestes del maestro informaban que una de las flamantes canchas de fútbol cinco llevará el nombre del goleador histórico, el incontinente relator y amigote del susodicho advertía que tamaña distinción no estaba a la altura del distinguido. Ojo que el ahora modelo publicitario puede entrar en cólera y dejar plantado a medio mundo.

Tanques sobran. Al defensor que tuvo un fugaz paso por la selección nacional se lo ve un tanto pesadito. Dicen las malas lenguas que los alfajores santafesinos estarían haciendo estragos en su corpulenta figura y que los bajos rendimientos serían producto de los dulces típicos y no de su incomodidad manifiesta con el puesto. ¡Nutricionistas al ataque!