martes, febrero 19, 2013

En coma inducido

El equipo no aparece y los protagonistas están en la picota. Algunos sostienen que el entrenador navega en las aguas de la desorientación; convencido de un cambio de esquema durante la pretemporada no tuvo más remedio que dar marcha atrás en medio de la última velada porque el visitante crecía y la atmósfera ya tiraba a caldeada. Otros apuntan a la muchachada; entre desacatos intestinos, bajos rendimientos y desobediencias en cancha, el fútbol lleva las de perder y la afición acusa recibo. Viejos vicios que parecían superados insisten en ponerle un freno al despegue como si un cruel estigma pesara sobre los hombros de quienes hablan más de lo que demuestran.

Estrellitas que vieron frustradas sus transferencias por angurrias dirigenciales, veteranos acorralados por el cepo monetario impuesto a sus contratos, intrascendentes que nunca saldrán de la mediocridad aunque los inflen con comentarios interesados, egos y liderazgos en pugna y atrasos en el pago de mensualidades delinean un panorama poco alentador de cara al futuro inmediato. Los focos de conflicto son varios y aunque parezcan controlables si los resultados comienzan a darse, ante el primer traspié volverán a desestabilizar lo que se creía encauzado. El conductor lo sabe y teme convertirse en el pato de la boda si no encuentra respuesta de parte de sus dirigidos en el corto plazo.

Una vez consumado el empate, el entrenador habló de nervios, falta de ideas e imprecisión, cuestiones que deberían ser ajenas a una estructura que lleva meses conociéndose y que hasta hace poco funcionaba relativamente bien, sin estridencias pero afianzada en un juego definido. Los cambios propuestos apuntaron a mejorar lo establecido con la intención de superar la anterior campaña. No está mal buscar, siempre y cuando los actores pongan todo de su parte y no entren a tallar tramas periféricas. Podrán tomarse decisiones equivocadas pero no está en duda la voluntad de intentar un camino alternativo a la consabida medianía. Para ajustar las clavijas todavía hay tiempo, para liquidar ciertos fantasmas no.


APOSTILLAS

Pecados capitales. Cada vez que el excelentísimo señor presidente infla la cotización de alguna promesa, el purrete en cuestión baja de golpe el rendimiento. Es como si el altísimo le mandara un mensaje al centro mismo de su avaricia y su soberbia. Le pasó antes, le pasa ahora y no aprende. A pedido de los socios, por bocón, debería hacerse cargo de la diferencia.

Mano dura. La primera se la perdonó, la segunda lo mandó al destierro. Se aguantó el gesto que le dedicó el día que de casualidad embocó el arco y con suma diplomacia desestimó, ante la opinión pública, conflicto alguno. En esta oportunidad no la dejó pasar. La falta de respeto conlleva sanción disciplinaria, así que condenado al ostracismo hasta nuevo aviso.

Fuentes fidedignas. La crisis desatada por el descastado no hizo más que blanquear uno de los tantos secretos a voces que el parodismo vernáculo conoce y oculta a sabiendas. Ahora resulta que eran muchos los que sabían que algo groso se venía gestando, pero por el bien de la causa mantuvieron la cuestión en estricta reserva. Extraña forma de entender el oficio.

Fair play. La hipocresía de las prestigiosas plumas que honran con su sapiencia al pasquinejo vernáculo no reconoce límites. Subirle la calificación al delantero goleador por haber simulado la falta que derivó en penal supera la vergüenza ajena. Son los mismos que se rasgan las vestiduras cuando de violencia, dentro y fuera de la cancha, se trata. Puajjj. Puajjj. Puajjj.