
Triunfo sabalero, catorce puntos acumulados, escolta en la tabla de posiciones… ¿quién le pone un freno a la ilusión? Porque si bien la cabeza sigue mirando hacia abajo, resulta imposible controlar el corazón para que no mire hacia arriba. Domingo a la noche, alegría entre espumas, ni el más conciente de los concientes puede evitar que la ilusión se calce un par de alas y vuele hasta encaramarse en lo alto del más esquivo de los sueños. Ese, que de tan deseado, siempre termina siendo inalcanzable. Nadie puede ponerle un freno a la ilusión. El festejo encapsula, sin querer queriendo, el tema de los promedios hasta convertirlo en un mal recuerdo y le deja el camino libre a la esperanza, esa que nunca se pierde.
El negro fue más, desde el inicio, cuando puso primera e intentó llevarse por delante a su adversario, aunque sin asestar la estocada final. Era cuestión de perseverar, pues no se percibía demasiada resistencia enfrente. Así llegó el bombazo que puso las cosas en su lugar. Hasta ahí, dos rivales en igualdad de condiciones. Lo que siguió después sólo da para concluir que los méritos del negro descontrolaron al visitante, hasta el punto de decretar un final anticipado, sin consistencia para el análisis, pues, sabido es que ningún profesional que se precie celebra desmesuradamente una goleada ante un oponente diezmado. Códigos que no tiene por qué respetar una tribuna embriagada de locura sangre y luto.
Ahora viene lo más difícil. Mejorar la producción y seguir sumando en un fútbol donde la irregularidad se ha trasformado en regla, donde los candidatos suben y bajan con inquietante celeridad, donde mantener el nivel resulta toda una proeza digna de destaque. De cara al receso, el entrenador deberá definir algunas cuestiones. Hace unos días confesó estar en contra de la máxima que reza “equipo que gana no se toca”, por lo tanto la alineación para el próximo encuentro será, como siempre, una incógnita, igual que el planteo de juego. Si la cabeza del grupo no considera fundamental una formación estable y un esquema de juego definido y riguroso, cada partido será una apuesta a la fortuna. ¡Abran juego señores!
APOSTILLAS



