lunes, octubre 26, 2009

El mundo del espectáculo

Los films más taquilleros del primer mundo, esos que reciben todos los galardones habidos y por haber porque sus directores se llevan de maravillas con el “establishment” que maneja los hilos de la meca del cine; no los que hacen pensar o dejan una moraleja ejemplificadora o resultan extremadamente densos para el espectador común, esos no; suelen conjugar en sus tramas una irresistible variedad de recursos destinados a mantener el interés de la platea de principio a fin. Excelsas producciones –épicas, de ciencia ficción o de molde catástrofe–, que combinan aventura, drama, suspenso, intriga, emoción, vértigo, sufrimiento, luchas intestinas, un infaltable toque de comicidad, cientos de extras y mucho, pero mucho, dinero en juego.

Pues tal cual una de esas fantásticas creaciones destinadas al entretenimiento masivo, resultó ser el espectáculo que ayer brindó el Brigadier. Goles de excelente factura, gol en contra, gol anulado, escaramuzas entre protagonistas del mismo bando, expulsados, amonestados por doquier, atajadas para la foto, pasajes de buen fútbol, pasajes de dinámica pura, pasajes de excesiva brusquedad, pasajes aletargados, en definitiva, todo lo que un espíritu ávido por disfrutar de la verdadera pasión futbolera busca cada fin de semana. Y un corolario de ensueño, el resultado definitivo que catapultó al sabalé a la cima de la tabla de posiciones haciendo punta sobre un numeroso e interesante lote de aspirantes al título en disputa.

Y que al igual que un suntuoso y heterogéneo vestuario cinematográfico, aglutina oropeles de colores diversos, sangre y luto, rojiblanco, verde, rojinegro, azulgrana, rojo punzó, blanco con un toque de azul; una paleta digna del más talentoso pintor para animar un torneo apasionante. Si la muchachada concentra sus energías en el doble objetivo, puede salir airosa, porque está sólida, comprometida, animada, y si tiene defectos, deberá saber sobrellevarlos con dedicación y trabajo. Después de todo, en cualquier películón pergeñado por la gran industria, suelen colarse escenas defectuosas, fácilmente descubiertas por un ojo escrutador. La perfección no existe y la dirigencia de Colón es una prueba irrefutable de tan popular máxima.


APOSTILLAS

La tierra prometida. Algo no cierra. ¿Por qué, teniendo uno de los mejores predios del país –“biondo gnocchi” dixit–, del mundo, del universo, el plantel sigue practicando una vez por semana en el sat? ¿Será cuestión de negocios? ¿O tal vez, porque las canchas del fabuloso complejo aún no están en condiciones para la práctica futbolística en serio?

Le chifla el turbante. El dt está fastidioso con el parodismo que le pregunta insistentemente por el tema selección. No estaría de más anoticiarlo de que, en ese sentido, el mayor lobbista es un amigote suyo, rostizado a fuerza de cama solar, que anima programejo central en la señal porteña de la emisora enredada. Al parecer, la idea ya no lo seduce tanto.

Icaro hubo uno solo. Quien se salvó raspando de ver el cartón color sangre fue el goleador histórico. Fiel a su estilo, protestó más de la cuenta y cometió varias faltas arteras sin inmutarse. Si pretende seguirle el ritmo al equipo –dentro de la cancha, claro–, debería aflojar un poco con el brebaje que le da alas. ¿No era que iba a mudar de actitud?

Condena de por vida. La sección deportes de la radio peroncha está sentenciada. Por haber puesto al aire al sabueso que denunció la deuda generada, en estos cuarenta meses, por la gestión lercherista, no recibe pauta rojinegra. Ni “la hicieron los pibes de la cantera sabalera”, ni “el plan de modernización tecnológico”. Nada, de nada. Pa’que escarmienten.