jueves, enero 29, 2009

Cuatro viudas y un funeral


Los deudos comenzaron a desfilar por la capilla ardiente el lunes, bien temprano. Los más acongojados, le dieron al difundo su último adiós durante los primeros minutos de las mañanas obsecuentes. Voces quebradas, ánimos caídos y mucha bronca contra el culpable de tamaño magnicidio. ¡Cuánta hipocresía! Que quienes siempre han vivido –y vivirán– del canje, y que se matan por una invitación para disfrutar gratarola de cuanto evento se desarrolle en la ciudad, le eche la culpa a la gente por el fracaso del súper torneo internacional es el colmo de la desfachatez parodística vernácula. La conclusión reduccionista de estos patéticos personajes no hace más que evidenciar la conexión económica existente entre ellos y la organización del certamen.

Si bien en algunos programejos se intentó debatir con mayor profundidad el tema, ninguno hizo hincapié en, quizás, la razón más poderosa por la cual el colonista le dio la espalda a la mini competencia de verano. Es cierto que la situación económica, el presente del equipo y los ignotos rivales forman parte de una explicación más concienzuda, pero no habría que dejar de tener en cuenta el nivel de hartazgo al que llegó la afición gracias a la interminable y mentirosa cháchara dirigencial y al servilismo replicante de los medios locales. Todo tiene un límite. Aunque muchos insistan con la línea editorial de tomar por tonto al simpatizante rojinegro –algunos, para quedar bien ante los protagonistas, hasta ensayaron la parodia de la excusa climática–, la cuestión está más que clara.

Por lo pronto, si quieren apoyo tendrán que mejorar la propuesta, pensando en quienes dejan su dinero en las boleterías y no solamente en sus propios bolsillos. Los ideólogos de esta iniciativa, al mejor estilo "biondo gnocchi" –tal vez porque han sido cortados por la misma tijera– creyeron que con un pomposo nombre, vacío de contenido, atraerían a la masa desprevenida. Se equivocaron. El verso del mejor, el único, el más grande, ya no vende. Si no se toma conciencia de esto, y las acciones no se encaminan hacia el lado de la austeridad, la humildad y el fin del discurso mesiánico, pues la caída será proporcional al tamaño de la fantasía en la que se mueve la inepta falsa pertenencia, la prensa alquilada y el puñado de hinchas que todavía cree en la ficción del aliento incondicional.