
Esto no es ficción. Los milagros no existen. Ni siquiera los invocados por esas opiniones de pacotilla que hoy se han quedado sin argumentos para explicar la triste realidad de Colón. Mezclar la suerte y las fórmulas mágicas en esto es no entender absolutamente nada. Si el plantel sabalero consigue levantar su rendimiento –objetivo difícil pero no imposible de conseguir– tendrá su explicación. Así como la tiene este presente; aunque algunos se esmeren por desviar responsabilidades, aunque otros deslinden responsabilidades. Al monstruo lo alimentaron unos cuantos, desde diferentes rincones. ¿Será por eso que duele tanto?
A todo esto, una buena parte de la afición recién acusa recibo. Claro, a esta altura, negar lo obvio sería una imbecilidad. Y en este punto bien valdría reflexionar porque el espectro resulta amplio. Están quienes –cual inocentes púberes despertando a los misterios de la vida– han seguido la cronología de los hechos a través de la prensa interesada, consumiendo alegremente excremento reciclado, y ahora ¡oh oh! ¡acaban de caer! Están los irracionales y los que presintieron pero priorizaron el sentimiento. Y están quienes supieron separar razón y corazón; sin dudas, lo más valioso que tendrá la institución con vistas al futuro.
Esta tarde comienza una etapa definitoria, que puede ser exitosa o no. El fútbol es así. Sin embargo, cualquiera sea el resultado, no habría que perder la memoria. Así como el calendario lo indica. Tampoco agorar. Suponer que lo por venir puede ser igual o peor a esta actualidad es de mentalidades mezquinas. Las generaciones jóvenes siempre tendrán la oportunidad de encontrar una salida adecuada, aún a aquello que parezca imposible, con errores y con aciertos, pero ante todo con humildad. Porque como dijo San Agustín: “La soberbia no es grandeza sino hinchazón, y lo que está hinchado parece grande pero no está sano”.
APOSTILLAS



