jueves, junio 20, 2013

Los agujeros de la memoria

Fue una semana tumultuosa, donde predominaron las agresiones y las desmentidas. Las sufridas por la familia del primer mandatario obligaron a la inmediata aclaración; no hay por qué preocuparse, nada detendrá el exitoso camino que hace siete años emprendió la falsa pertenencia. Las sufridas por la afición, merecieron una memorable reculada. Por otro lado, los rumores, que nunca faltan cada cierre de temporada, también tuvieron su primera plana. Incentivación, escuchas telefónicas, investigaciones judiciales, la institución quedó en la mira en medio de un final caldeado. Y la muchachada estuvo a la altura de las circunstancias, una nueva derrota para coronar otro final para el olvido.

Llegado el tiempo del balance y la reflexión, todo se conjuga para que la cabeza sea nuevamente la apuntada. La seguidilla de fracasos ya no puede enmascararse con charlatanería presidencial. Muy por el contrario, la memoria colectiva aprovecha la ocasión para poner en valor las palabras con las que se decoraron los ciclos sin provecho alguno y saca sus propias conclusiones. Evalúa las promesas incumplidas, observa crecimientos patrimoniales injustificados, intereses personales como prioridad, abandono de la problemática institucional, cosmética barata para disimular coyunturas, decisiones acomodaticias, mentiras descaradas y un sinfín de desaguisados soportados con la esperanza de un golpe de fortuna que nunca llegó.

Los procesos largos, sin resultados concretos, terminan dejando en evidencia los desmanejos que, en la vorágine con que se manifiesta la pasión, pasan desapercibidos o son ignorados a sabiendas. Agotados los fuegos artificiales, la gestión pasó a estar en la picota en cada crisis gracias al estilo de conducción y las apetencias individuales expuestas sin el menor prurito. Los hechos consumados abonan sentencias de peso. Las dirigencias elegidas a través del voto no son las que merece la masa societaria que las ungió, son las que se le parecen. Muchos disfrutaron de la verba grandilocuente, las obras, las inauguraciones, las comparaciones absurdas, y se tragaron con gusto el sapo de la bienaventuranza. Entre tanta mediocridad, los velos comienzan a correrse y la paciencia a agotarse. Para cambiar los representantes primero deben cambiar los representados.


APOSTILLAS

Techito por si llueve. Por fin se le dio al excelentísimo señor presidente. Ahora sí puede gritar a los cuatro vientos, sin temor a equivocarse ni a las mofas de ocasión, ese lapidario enunciado que tan sabiamente supo acuñar acerca de la envidia de una institución porteña. No es lo mismo hacer ostentación de sembradío que de terreno yermo. Pa'que aprendan.

Reciclaje automático. Como cada fin de temporada, con fracaso indisimulable a cuestas, el impresentable vice salió a hablar del "nuevo Colón" que con incansable y desinteresada dedicación la dirigencia está gestando. Si los abocados a la tarea son los ineptos de siempre, la afición ya sabe con qué se va a encontrar en los próximos meses. Historieta repetida.

Que pase el que sigue. Para sostener el sueño de su continuidad, el conductor interino se transformó en un férreo defensor del "proyecto". Veteranos afuera y piberío adentro pasó a ser la bandera de las últimas batallas. Un buen cierre sería con los once de la cantera; aunque ya se barajen nombres para reemplazarlo, por lo menos quedará como un duque.

Guarda que quema. El capitán terminó huyendo por la puerta trasera. Si bien gastó saliva en aclarar lo que quiso decir, no convenció a nadie. "Yo de la gente nunca hablé", balbuceó. El peor de los pecados se paga con la peor de las penitencias. "Me lo dejo para mí", dijo al ser consultado sobre lo que pasó durante la semana. Antes de que lo rajen, se rajó solo.