sábado, junio 28, 2008

De festejo en festejo


Colón conservó la categoría, este espacio cumple hoy dos años y mañana habrá nueva conducción. Para celebrar, y dar por cerrado un ciclo institucional y deportivo espeluznante, nada mejor que homenajear al artífice exclusivo, y excluyente, de los últimos veinticuatro meses de la historia colonista. Un personaje que, en el futuro, será recordado con una mueca de resignación y un dejo de nostalgia; no sólo porque resultará increíble que semejante paparulo haya tenido la posibilidad de conducir los destinos de la centenaria entidad sino porque no habrá ninguno que pueda igualar su nivel de cháchara vacua y jactanciosa.

A modo de despedida, entonces, vale la pena destacar una última frase –una de las tantas que supo acuñar en este período inolvidable– que lo identifica en toda su dimensión como genio y figura de una casta impresentable. En ocasión de su visita a las mañanas obsecuentes, ostentando por última vez la investidura presidencial, habló, por supuesto, de sí mismo, del proyecto de la falsa pertenencia ["Queremos profundizar lo que venimos haciendo" (recontrasic)] y del clima preelectoral. Al respecto, y en clara alusión a sus más férreos detractores dijo que "a algunos les molesta demasiado la impronta que yo le puse al gobierno de la institución". ¡Una joyita!

Por eso, y muchas cosas más, se lo extrañará. Es de imaginar que también lo echarán de menos quienes picotearon de su generosa mano. Será interesante observar qué postura adoptará, desde mañana, la caterva de payasos mediáticos que tanta saliva y tanta tinta gastó en inflar al sujeto en cuestión. Habrá que señalar también que, gane quien gane la elección, deberán terminarse los sobres que alientan al periodismo rastrero vernáculo a desparramar elogios sin fundamentos valederos. Para hacer grande a la institución no es necesario arrear rebaños de adeptos serviles. Para hacer grande a la institución hace falta capacidad, seriedad y compromiso. Lo demás, viene solo.