martes, octubre 04, 2011

La ira de dios

Y un día las gradas se hicieron sentir. La justicia popular dictó sentencia, encontrando culpables a los acusados. El excelentísimo señor presidente, el conductor del grupo, la sacrificada muchachada y hasta los socios caracterizados que desinteresadamente amenizan el espectáculo. Ni lerdos ni perezosos, los condenados al escarnio público pusieron en marcha la apelación. En el mismo vestuario se cocinó la estrategia. Peligrosa, pero estrategia al fin. Los reos coincidieron en pagar con la misma moneda y contraatacar con munición gruesa. La culpa de todo la tiene la afición. Desagradecida, impaciente, exagerada, cruel, demasiado exigente, ciclotímica, intolerante, politizada y más. Para reforzar el plan, eligieron la victimización. Buena gente, comprometidos con la causa, protagonistas del torneo y, en cuanto al rendimiento, similar al resto.

Aunque el parodismo prostituto diga que no entiende lo que pasa, este clima es producto de lo que ha generado la falsa pertenencia a lo largo de sus años de gestión. El aval conseguido en las urnas alcanza el estatus de minúsculo cuando casi treinta mil almas sacan a relucir lo que siempre estuvo latente. El domingo quedó claro que nadie ignora el papel que juega en este presente cada uno de los involucrados. Determinadas cuestiones pueden pasarse por alto cuando el embeleso está en su apogeo y los resultados, en cierta medida, acompañan; sin embargo, contra el desgaste no hay antídoto. Las mentiras, los malos manejos, la defensa de intereses personales, la complicidad, la compra de voluntades, socaban cualquier intento de omnipotencia perpetua. A veces el proceso es lento, según la capacidad de los actores; pero la descomposición, irreversible.

Lo cierto es que si deciden la continuidad del ciclo, se arriesgan a que en el próximo encuentro de local, el descontrol diga presente, ante los ojos de miles, en vivo y en directo. Los estados alterados del domingo fueron sólo un aviso. No alcanza con el respaldo de los jugadores, quienes, extraviados en su propia irrealidad, pretenden erigirse en soldados de un credo que no les pertenece; no alcanza con la ratificación de una comisión dividida; no alcanza con la avanzada antimotines; tampoco alcanza con las patéticas opiniones pagas. La capacidad no surge por generación espontánea ni se disimula con ortopedia barata. Llegado el momento, cuando la sangría deje de ser una amenaza, en medio de la vorágine del sálvese quien pueda, nadie va a tener en cuenta el cuero del mártir que decidió inmolarse, confiado en la sinceridad de la palmada en el hombro.


APOSTILLAS

Blindaje de seguridad. Esta vez no fue un grupúsculo, ni unos cuantos, ni un sector, fue casi todo el coliseo juliogermano el que entonó a coro las estrofas que más deprimen al primer mandatario. Para conocimiento de los oportunistas, la mano derecha del don está muy firme en su puesto, decidido a defender la "gobernabilidad" con el respaldo irrestricto de sus impares de comisión directiva y alguna que otra ayudita extra.

Siempre listos. Los reclutas del impresentable vice están trabajando a destajo. Tareas de inteligencia, infiltrados, golpes comando y la logística más avanzada a disposición de la fuerza encargada del mantenimiento del orden. La misión de tener a todo el mundo a raya no distingue sexo, edad ni raza. Tampoco están exentos los ex dirigentes, mucho menos el parodismo crítico. A cada chancho le llega su San Martín.

Récord de ventas. El quinto capítulo del "best seller" charrúa rompió el mercado; sin embargo, no todos quedaron conformes con el giro que tomó la trama. En la mayoría caló hondo el llanto cúlmine, una joya del género; los menos, escépticos recalcitrantes, coincidieron en que el recurso resultó poco convincente. De todas maneras, sólo los elegidos logran, en sólo ocho minutos, movilizar sentimientos tan encontrados. Continuará.

Operación criollita. Cuando la cosa se pone espesa siempre aparece la posibilidad de cambiar los ríos por el desierto, inclusive en pleno desarrollo del torneo. Sus serviles lacayos ya lanzaron la primicia, aunque evitaron especificar las razones. Las malas lenguas que nunca faltan aportaron lo suyo. Desavenencias de todo tipo y a todo nivel. Un ídolo no puede, ni debe, dejar que su imagen sea arrastrada por el fango. El que avisa no traiciona.