miércoles, noviembre 01, 2006

Pasión de multitudes


Desdramatizar el fútbol es un saludable ejercicio que permite aceptar, con absoluto conocimiento de causa, las reglas de un espectáculo que hace tiempo dejó de ser un deporte para transformarse en un negocio de pocos, que sobrevive a costa del sufrimiento de muchos. Y, por supuesto, no un negocio cualquiera, sino uno que mueve millones en un contexto donde la honestidad y la ética no son precisamente cualidades presentes a la hora de sentarse a la mesa de negociaciones.

Sabido es quién maneja los hilos del fútbol argentino y los intereses que se mueven a su alrededor, así como también quién se deja manejar y quienes siguen como rebaño nada inocente los designios del buen pastor de billetera rebosante. En este exclusivo paraíso vip, los aficionados son convidados de piedra. Son quienes, a pesar de llenar los escenarios y ponerles calor y color, representan sólo el último eslabón de la cadena del gran circo. En el mejor de los casos, cumplen con un mínimo aporte societario o simplemente con un persistente paso por las boleterías generales cada fin de semana. Así las cosas, está clarito que los adictos al fútbol son el sostén indiscutible de la parafernalia futbolera, ya que sin espectadores no existiría la función, pero están totalmente excluidos de los manejos que, para bien o para mal, definen el futuro de los clubes.

Desde la humilde posición de socio o simpatizante lo que queda es: participar, no permitir el libre uso y abuso de una condición transitoria, en el primer caso, y estar muy atento en el segundo. Algo así como saber separar la paja del trigo, que no resulte tan sencillo ser presa fácil de embaucadores vestidos con disfraz de dirigentes decentes. No dejarse subestimar por señores de agradable sonrisa, entrenados para decir lo que se quiere escuchar. Esa es la única forma de defensa del indefenso, aprender a decir que no al chantaje profesional; a rechazar la bandeja de dulces que con tanto gusto reparten estos personajes con el apoyo inestimable de cierta prensa complaciente y manipuladora.

Respecto de los medios, en especial los vernáculos, es público y notorio que callan, encubren y tamizan la realidad de cada día porque la verdad, cuando es desagradable, no vende; o porque corren el riesgo de perder apoyo publicitario; o porque temen dejar de recibir las “primicias” que salen de boca del mismo informante-dirigente que los utiliza según más le convenga. Las excepciones son escasas. En realidad, la gran mayoría, se mueve muy lejos de la idoneidad, responsabilidad y compromiso que la profesión y la opinión pública merecen. Por lo tanto, una sana costumbre, será tomar las cosas con calma, disfrutar –o padecer– cada fecha con pasión, pero tratando de evitar los fanatismos extremos que obnubilan el pensamiento. Y siempre con las luces encendidas, porque abrir la mente suele ser una práctica indolora. ¿O no?


APOSTILLAS

Los cráneos del pasquinejo local no aciertan una con el castellano, menos con el inglés: ¿“merchandaising”? ¡Marche un mataburros bilingüe!

El mundo del revés. ¿El monje negro presentando en la asociación madre un proyecto intitulado “Código de ética”? ¡Naaaaaa! ¡No jodás!

Todavía no se hizo efectivo el pago de la multa por la inclusión de Barrado en encuentro ya disputado. ¿Se cumplirá alguna vez con los compromisos asumidos?

¡Era hora! Llegaron los psicólogos. Todavía no fueron presentados oficialmente pero ya tienen la agenda sobrecargada. ¡A gastar el diván, se ha dicho!