
No era tan difícil tomar conciencia de las propias capacidades, de la estrategia más adecuada para lograr el objetivo y de la conveniencia de ajustar sobre la marcha. Si en la previa, ni el más optimista pensó que podía darse un resultado favorable; una vez finalizado el encuentro, hasta el más pesimista lamentó no haber conseguido el triunfo. Así es el fútbol. Un espectáculo donde tampoco puede obviarse la aleatoria incidencia del hombre de negro (o amarillo flúo), que en este caso específico fue partícipe necesario de la igualdad. De todos modos, dadas las circunstancias, el punto es positivo.
Para destacar, la actuación del arquero –a quien, por fin, puede adjudicársele el mérito del cero inicial–, la resistencia al embate del rival en el primer tiempo, el funcionamiento ordenado del segundo y la obstinada concentración en el juego de todos los protagonistas. También, es dable mencionar la férrea actitud ofensiva, aunque unicamente haya sido de contra, puesta de manifiesto siempre que la oportunidad se hizo propicia. En definitiva, un combo que demostró cuán sencillo puede resultar plantarse con posibilidades ciertas ante un adversario superior en los análisis preliminares.
Ahora quedan dos semanas para el partido final. Y nunca mejor utilizado el término, en dos de sus acepciones. Final, porque cerrará el campeonato y también porque será un cruce decisivo para las aspiraciones de ambos contendientes. Habrá tiempo, entonces, para la puesta a punto, para ajustar y modificar acciones. Lo bueno de esta historia es que en el cierre, todo dependerá, en exclusiva, de los once que tengan el privilegio de vestir la sangre y luto en una instancia histórica de alto contenido emocional y que, con seguridad, quedará en la memoria de todos los colonistas. Se espera, en un futuro cercano, evocar la ocasión no sólo como una insignificante anécdota.
APOSTILLAS



