
La realidad es una sola. Interpretaciones puede haber varias. Tantas como criaturas transitan por esta tierra. Las hay optimistas y pesimistas, interesadas y despojadas, complacientes y críticas, fantasiosas y realistas, engañosas y certeras, delirantes y razonables, incoherentes y lógicas, entre muchas otras. Y, por supuesto, también están las matizadas con un poquito de allá y otro de más acá, tanto como para romper con los odiosos extremos. Es así que en este zigzagueante camino sin retorno, cada quien respira el aire que mejor la sienta y deja la huella que mejor le parece. Sin desentonar, entre tanta diversidad faunística, nunca faltan candidatos dispuestos a tragar sapos gustosamente. La elección es libre y, casi siempre, gratuita.
En la carrera por los ansiados veinticinco puntos, Colón sumó uno en una cancha difícil, jugando mal. No deja de resultar meritorio. Pudo ser peor. El tempranero gol a favor, si bien le dio cierta dosis de tranquilidad en el inicio del encuentro, lo forzó a replegarse en su propio campo a la espera de la arremetida local. Con una línea de volantes que no ofreció ningún tipo de resistencia y con la cancha inclinada hacia el área rojinegra, la cuestión fue aguantar y salir de contra. Lo pudo liquidar, gracias a las espasmódicas reacciones de los dos extremos generacionales del equipo, el prócer histórico y el pichón flogger, pero falló en la última estocada. Y con algunos ausentes sin aviso, la cosa se complicó y sobrevino la igualdad.
Lo cierto es que el sabalé no encuentra un patrón de juego digno de repetir jornada tras jornada. Frecuentemente, hasta parece un equipo que sobrevive a base de remiendos que, según el día, encajan con mayor o menor trascendencia. Lo único que funciona como un relojito es el discurso del dt –y el de su séquito obsecuente–, quien cargó las tintas sobre el mal estado de la cancha –¿acaso no la sufrieron ambos contendientes? – y el cansancio por la seguidilla de viajes –¿acaso los demás no viajan?–, en su afán por buscarle excusas al flojo rendimiento. "Estoy seguro que terminaremos entre los ocho primeros", dijo ante las cámaras de tv. La afición hace votos para que así sea, porque a veces los batracios no saben del todo mal.
APOSTILLAS



