lunes, octubre 18, 2010

Mal de muchos

La afición se fue conforme. Un empate, después de la vergonzosa goleada, frente al puntero, no es para despreciar. Sin embargo, una vez estabilizadas las pulsaciones, y ya inmersa en la frialdad del análisis posterior, una sensación de inquietud, con vistas al futuro, sobrevoló la observación generalizada. Los veinticinco puntos que pretende sumar la dirigencia, para negar un nuevo fracaso, pueden ser factibles en los cálculos forzados pero no en el ánimo de la masa colonista que siente estafada su confianza. Este torneo se vendió con demasiada parafernalia triunfalista como para alentar, a la hora del quebranto de ilusiones, el consuelo de una campaña aceptable. Cuanto más profundo es el corte, más cuesta cicatrizar la herida.

Si algo queda para destacar, además del resultado, es la voluntad del grupo, que intentó en todo momento demostrarle a su gente disposición para revertir este momento. Es cierto que algunos no están a la altura –señal inequívoca de que algo no se hizo bien–, que otros atraviesan un bajón en su rendimiento –una preocupación extra para el entrenador– y que para finalizar el torneo lejos de los últimos puestos hace falta trabajo, pero no habría que olvidar que este presente es consecuencia de la política que se quiso vender como excepcional en todos los frentes. Nada es producto de la casualidad. Todo tiene una génesis y sus correspondientes derivaciones. La cháchara ocupa mucho espacio, pero los hechos son contundentes.

Quedan ocho fechas y el torneo, aunque el excelentísimo señor presidente diga que “no están ni agotadas ni terminadas las expectativas”, está perdido. Pero no como uno más, está perdido en el contexto de una campaña para la cual se invirtió muchísimo dinero, en cuerpo técnico, en jugadores de supuesta jerarquía y en toda la parafernalia que inventó la falsa pertenencia para perpetuarse en la conducción de la entidad, tal como la engañosa revolución de inferiores; los convenios absurdos, como el firmado con la institución de la cuenca lechera; los indemostrables programas sociales para competir con el poder político de turno en busca de un rédito específico; y las artificiosas campañas solidarias que quedan en el enunciado impactante y terminan en la nada. El cambio, como siempre, está en manos de los socios.


APOSTILLAS

Yira yira. El primer mandatario anda desesperado buscando billetes frescos para continuar con las obras en el estadio. Al parecer el don cerró un tantito el grifo por lo que está abocado a repartir palos a nivel local sin encontrar eco. “Estoy dando una batalla bastante solo (…) el estado se tiene que involucrar más en recursos”, lloriqueó. Cuando la suerte que es grela…

Metiendo presión. Una vez finalizado el partido, un veterano dirigente se dedica a recorrer las cabinas, según dice, “para saludar”. Llama la atención que lo haga en medio de los comentarios finales, momento en que los parodistas vernáculos necesitan concentración para decir algo coherente. Más que una visita de cortesía parece una marcación hombre a hombre.

Poniendo el hombro. El goleador histórico pierde el pelo pero no las mañas. Sabe que el equipo lo necesita, entonces pone a disposición toda su andanada de artilugios en favor del resultado. Así como cualquier parte de su anatomía está al servicio del gol, sus declaraciones están al servicio de lo que muchos quieren escuchar. ¿El “fair play”? Bien, gracias, de nada.

Dedicatoria exclusiva. En su comentario final, el hemisferio pensante de la dupla que anima los mediodías asoleados se acordó de los chupalerches que todo lo justifican. “No comencemos a tocar la mandolina de que Colón tiene un buen plantel”, regurgitó, tratando de no caer en el conformismo generalizado. “Yo no soy blandengue”, disparó. Al que le quepa el sayo…