miércoles, enero 06, 2010

Con las manos en la masa


Los éxitos virtuales del dos mil nueve ya han sido pregonados a los cuatro vientos por el mismísimo primer magistrado, por su pegajoso e impresentable vice, por algunas voces subalternas de la cd, por el parodismo vernáculo a sueldo y por los adoradores del humazo que invade la atmósfera circundante al barrio Centenario, mientras que los fracasos han pasado a la categoría de residuos cuidadosamente escondidos bajo la alfombra. Una certera cronología de los hechos considerados como olvidables ayudaría a refrescar la memoria de quienes viven subidos a la balanza de los resultados, esquivando aquellas cuestiones que van más allá de lo que huelen ciertas narices despreocupadas por lo que ocurre en la trastienda.

El año comenzó con el estrepitoso naufragio del torneo internacional que, por obvias razones, pasó a mejor vida. Al mismo tiempo, se cerró el conflicto surgido con un puñado de desacatados, patrimonio del club, cediéndoles el pase a cambio de deudas acumuladas. Para el cuadro de deshonor quedó la anunciada inscripción, antes del cierre de transferencias, de una figurita inalcanzable en decadencia. Luego vino la presentación de la selección local, plagada de valores rojinegros, enfrentando a un rival de poca monta –¿alguien se acuerda del “es un jugador para seguir” que el desequilibrado dt le dedicó al cinco que hoy anida en tierras extrañas? – y el ingreso libre y gratuito para llenar el estadio y gambetear el papelón del año.

Por último llegó la gran actuación de GL en pos de conseguir que todos los giles del país paguen los desaguisados de la inepta dirigencia del fútbol argentino. Su incondicional apoyo al pope afista en tan cara aventura le redundó en apoyo para construir una pensión que al decir del diseñador podrá albergar a cuarenta chicos, pero que con cuchetas dobles puede resultar para ochenta y con triples para ciento y pico y así sucesivamente. El broche de oro fue un balance cuidadosamente dibujado y el anuncio de obras que aún no tienen financiamiento real. Un proyecto que apunta a trastocar la esencia de la institución y con el que se pagarán ocultos favores. Y de la evasión fiscal, mejor ni hablar; para eso, existe la escuela del innombrable.