miércoles, marzo 02, 2011

Mano dura

La bazofia que escribió el chupalerche primero en el pasquinejo vernáculo acerca del "polvorín de las ocho horas" es un claro ejemplo de lo que la dirigencia piensa de los socios y la afición en general. Un texto de preescolar para criaturas de preescolar. La subestimación de unos hacia otros es tal, que la transmisión del mensaje no requiere, ni siquiera, de un mediocre vehículo comunicador. Con la perorata obvia, absolutamente superficial, sin el más mínimo valor en cuanto a riqueza informativa, le basta y sobra a quienes consideran que con una puesta en escena de pacotilla pueden bajar la temperatura en medio de una atmósfera caldeada.

De todas maneras alcanza para marcarle la cancha al entrenador. Dos partidos para revertir el rumbo y sino... chau chau adiós. Eso sí, nada de despidos; el agradecimiento por los servicios prestados se corporiza en el gesto de saltear el telegrama y dejar sentado que quienes deciden abandonar el barco lo hacen por determinación propia. Una hipocresía. Tal vez esta pantomima le ayude al entrenador con vistas al futuro. Succionar los calcetines de los empleadores no sirve, ya que en las malas, para salvar el pellejo, siempre entregan en bandeja, y sin remordimientos, la cabeza de quien se esmeró en construirles públicamente un pedestal.

En cuanto a la muchachada, la cosa no es tan sencilla. La banda que digita los destinos del plantel podrá apoyar -si tiene ganas y si no acuerda serrucharle el piso al técnico por cuestiones varias-, pero el físico ya no le da. Si a eso se suma la falta de idea futbolística, los troncos a quienes ni la voluntad les alcanza y los pibes que no saben manejar la ansiedad por una rápida consolidación y la consecuente partida en busca de mejores horizontes, puede vislumbrarse un trance inmanejable. La solución no pasa por armar un circo mediático y difundirlo a través de personajes funcionales a la causa. El tema es más profundo, pero sin solución durante los próximos cuatro años.