
Luego de los cánticos dentro y los incidentes fuera, un silencio sepulcral se abatió sobre la entidad del barrio Centenario. Respiraciones nerviosas y susurros huecos intentaron llenar el espacio que podía percibirse tenso y expectante. Los minutos pasaron lentamente hasta que lo irreversible vio la luz. "Tengo que ser realista", dijo y se fue. La dirigencia intentó convencerlo, pero la decisión, que daba vueltas por su cabeza desde hacía rato, estaba tomada. El implacable fixture que se viene determinó el camino de la renuncia. No daba para más.
En esta instancia, analizar el rendimiento futbolístico no aporta nada. La afición es conciente del presente aunque le cueste aceptarlo. Lo cierto es que por primera vez en muchos años se está sintiendo demasiado cerca el frío halo del descenso y ya no sólo por los magros resultados cosechados hasta el momento sino porque en el horizonte no se vislumbra una salida. La experiencia indica que un cambio puede inyectar una dosis de optimismo en ánimos decaídos, pero si de aptitudes se trata sólo un milagro sería capaz de modificar la historia.
En medio de este cruento temporal, una vez más, la posta la tiene GL y su mini trouppe. Un grupete que se fue enredando en su propia telaraña de desaciertos y ahora está solo al borde del abismo. A estos personajes no les quedan muchas alternativas, o archivan en un rincón la soberbia que los caracteriza y hacen un llamamiento generalizado por el bien de la institución o se hunden en el más profundo de los vacíos arrastrando consigo el sentimiento rojinegro. Un desenlace que ningún colonista debe permitir, en nombre del pasado y también del porvenir.
APOSTILLAS



