domingo, diciembre 22, 2013

La herencia maldita

Todo tiene una explicación. La falsa pertenencia no fue un aborto de la naturaleza. Hace tres años, un tramposo ochenta y cinco por ciento le abrió las puertas del vale todo cuando ya había dado sobradas muestras de soberbia e ineptitud. Ahora nadie quiere hacerse cargo, es más fácil despotricar y ponerse el disfraz de pobre estafado en lugar de aceptar que durante siete años el espejo reflejó la misma imagen de uno y otro lado. A las puertas de un nuevo error, las secuelas se hacen un festín con quienes están dispuestos a tropezar dos veces con la misma piedra. El poder de fascinación de ciertas figuras, que parecen hechas a la medida de las circunstancias, es tan grande como la ignorancia de los futuros embaucados. La insoportable levedad del medio resulta tierra fértil para que germinen los dos bandos.

Para entender lo que vendrá no hace falta recurrir a un incunable, tampoco a una videncia. La magnitud del daño no es sólo una cuestión de coyuntura, las consecuencias están dispuestas a marcar el rumbo hasta que el verdadero cambio disipe la niebla de la historia negra para dar paso a un futuro libre de pecado original. Mientras los vestigios de una leyenda apócrifa siga manipulando conciencias laxas, adoradoras de fantásticas quimeras, la capacidad de trastabillar seguirá intacta, ya sea de la mano de ilustres o ignotos cómplices ocasionales. Tal vez, el escarmiento sea el único capaz de mover los cimientos de la fantochada enquistada en las entrañas del perdedor consuetudinario. Quizás, haga falta descender a los infiernos para que el calor del averno calcine el talento y la predisposición para el fracaso.

A horas de la crucial decisión, con las únicas voces que nunca se callaron fuera de competencia y los hacedores del desastre tirando patadas al aire como insecto moribundo, los pocos votantes se debaten entre viejos conocidos, oportunistas de ocasión y partícipes necesarios del pasado reciente. Sea quien sea el ganador, el panorama no da para festejos; sin plantel, sin técnico, sin recursos, plagado de deudas, en el umbral de la desafiliación, el elegido deberá sortear una crisis sin precedentes. Esta vez no hay capacidad de maniobra, las presiones pueden poner en jaque a la nueva conducción en cuestión de días. Hará falta muñeca pero también templanza para pilotear la nave en medio de la tormenta. Todo indica que el lunes próximo tomará las riendas el presidente que llevará en sus espaldas el estigma del descenso.