jueves, agosto 13, 2009

Un pacto con el diablo


No importa de dónde brote la sangre, siempre y cuando sea lo suficientemente abundante como para saciar la sed de esta circunstancial caterva de indecentes vampiros posmodernos. Quienes, sin medir consecuencias y encolumnados detrás del mayor comprador de voluntades nacionales sin fines de lucro –en esta oportunidad acorralado y sin respuestas–, apresuraron con sus desesperados pedidos la decisión final en busca de otro socio, en principio, menos avaro y más condescendiente, que considere menos el negocio y más las necesidades populares básicas insatisfechas. Palmaria expresión de una veta desconocida hasta el momento, y muy celosamente guardada, de la dirigencia del fútbol argentino.

Gracias a tan sorprendente y ágil movida, los aficionados al espectáculo nacional por excelencia, sólo deberán depositar sus morlacos en una caja recaudadora diferente, pues no cabe duda de que los esquilmados serán los mismos de siempre. Por otro lado, los rostros y las voces que acompañarán el cambio no dejarán de ser los conocidos, ya que el parodismo ahora en riesgo sabrá adaptarse a los nuevos titiriteros que manipulen a su antojo los hilos. Técnicamente no hay tiempo, tampoco voluntad, para arrancar de raíz los brotes que se desarrollaron deformes a lo largo de dieciocho monopólicos años. Si bien es probable que, como castigo deban resignar ingresos, los puestos de trabajo están asegurados.

Así las cosas, los únicos beneficiados tienen nombre, apellido y cargo. Esos desinteresados próceres, que le ponen tiempo y esfuerzo a una actividad para nada redituable –salvo por los logros deportivos–, obtendrán mayores ingresos para seguir dilapidando impunemente dineros ajenos. Sin rendir cuentas, apañados por el don, continuarán su derrotero de ineptitud e ineficiencia. Con el “biondo gnocchi” como novel punta de lanza. Representante de un “club modelo”, concursado, millonario deudor de la afip, que paga sus obligaciones con cheques sin fondos, que no respeta su estatuto ni el de la entidad madre, que oculta las cifras de las transacciones, que mantiene a una barra brava adicta y que compra opiniones berretas en los medios vernáculos. Mejor y más acabado ejemplo de “nuevo orden”, no hay.