jueves, octubre 08, 2009

A la mano con puñal


La banda está cada día más nerviosa y desorientada. ¿Qué le está pasando a la banda? A esta altura del año, con el objetivo bien encaminado, con las obras a full, con las arcas rebosantes de verdes billetes, con el primer mandatario excelentemente posicionado en la estima del don, con una institución que es ejemplo para muchos clubes porteños, con el semillero dando frutos sin parar ¿cuál es la cuestión de fondo que lleva a la dirigencia y al parodismo más cercano a preocuparse tanto por un humilde espacio de opinión que jamás de los jamases podrá igualar el prestigio de las eminentes plumas del pasquinejo vernáculo y de las voces y caripelas que desde sus independientes medios cantan a coro loas a esta exitosa cd sabalera?

Un sitio que no lee nadie, que no tiene entidad, que no maneja información; bancado por una vil y envidiosa oposición, por politiqueros de frondoso prontuario, por ladinos desestabilizadores; y que además patea para la vereda de enfrente ¿en qué puede alterar el estado de bienestar que reina en la entidad del barrio Centenario y en su excelsa conducción? Un sitio impulsado por un anónimo cobarde, periodista frustrado –de cuarta, en realidad–, que manda a terceras personas a hacer el trabajo sucio (¿?) y que genera repudio por no reflejar ni entender el sentimiento rojinegro ¿en qué puede afectar el empeñoso trabajo que con tanta dedicación y desinterés está llevando a cabo esta sentida pertenencia y sus fieles servidores?

¿Por qué, entonces, tanta perturbación infundada? Si con ignorar el insignificante nicho malicioso sería suficiente, en especial para los puros de corazón que hace más de tres años, sin respiro ni descanso, están dejando jirones de vida en pos de un proyecto serio y con futuro; restándole tiempo a sus actividades particulares, sin duda perdiendo importantes ingresos con los que sostienen sus ordinarias y austeras vidas, en favor de la titánica tarea de convertir a Colón en el mejor club del país. Y ni que hablar de quienes apoyan la causa, ciegamente convencidos de lo acertado del rumbo. Inclusive, estos últimos tienen razones de mayor peso para desestimar lo profano e indeseable. Los paradigmas siempre están a salvo.