jueves, mayo 01, 2014

Ni tanto, ni tan poco

El síndrome del necesitado, que aplicando la táctica adecuada está a un tris de lograr el objetivo, lo pone en una situación incómoda. Enfocado en la meta, consigue más de lo esperado, tanto que hasta puede tirarse a más; sin embargo, el terror a perder lo conseguido lo posiciona en un estadio mezquino, donde el término arriesgar no figura en el diccionario del estratega. Antes de atreverse a ir por todo, es preferible quedarse con lo que hasta ahora alcanza y sobra. No sea cosa que por ambicioso pierda lo conseguido. Nadie quiere padecer los nocivos efectos de la ludopatía, un tema es prenderse al entusiasmo de ganar, otra apostar lo ganado y quedarse sin nada.

El animarse a dar un paso más allá puede resultar contraproducente, aventurar sin el suficiente sustento, sin una base sólida que amerite la ambición, equivale, en general, a sacar boleto directo a la derrota. Aquéllos que han sabido anotar su nombre en el bronce lo hicieron mostrando un equilibrio en las tres líneas; campeones sin poder ofensivo no existen, campeones sin una defensa sólida tampoco, campeones sin un mediocampo que acompañe con una mínima jerarquía las aspiraciones menos. El entrenador sabe perfectamente que las limitaciones, aunque los ojos de la afición se resistan a ver, son determinantes a la hora de decidir hasta dónde se pueden tomar riesgos.

Muchos se lamentan por el desaprovechamiento de ciertas oportunidades que intuyen irrepetibles; un torneo mediocre, sin figuras descollantes, sin un equipo arrollador que destaque sobre el resto, con la irregularidad como estandarte, y un par de aspirantes inesperados que generan un dejo de envidia empujan a reflexionar acerca de si la falta de audacia, o el pánico extremo a malograr lo costosamente cosechado, cercenó una posibilidad única e inmejorable. Sacar partido del envión de las almas en pena para transformar la lucha por el descenso en una pugna por el lugar más alto del podio nunca estuvo en los planes, la prioridad siempre fue otra. Concretarla es el premio mayor.


APOSTILLAS 

Transparencia cero. Así como dejaron entrever los trascendidos cuando se produjo la venta de la joyita devaluada, parece que el cincuenta por ciento del pase de otro candidato a emigrar tiene un dueño conocido. La comisión, tan bien dispuesta a revelar los números definitivos para hacer gala de una imagen impoluta, se guarda los detalles sórdidos que involucran a la falsa pertenencia y sus cómplices. Así, no.

Marcha atrás. Gracias a los buenos oficios del tribunal de honor, uno de los miembros sancionados de la banda en fuga logró una rebaja sustancial de su pena. Pasó de la expulsión lisa y llana a una insignificante suspensión por dos meses. Al parecer, a pesar de los diferentes y relevantes cargos que ostentó, el "yo no tengo ninguna responsabilidad" resultó convincente. Matarse por figurar y después lavarse las manos, estrategia efectiva.

Lugar común. Acariciar el objetivo pone cachondos a unos cuantos, entre ellos al entrenador que no deja de tirar flores para todos lados. Elogios a los jugadores, a los dirigentes, a la afición y el consabido "ojalá pueda quedarme toda la vida" para rematar la cadena de loas a la institución que le abrió las puertas al estrellato. De paso ya plantea un proyecto con visión de futuro. Habrá que ver de dónde sale la tarasca para armar algo decente.

Tocando fondo. El chupalerche primero se quedó sin la razón de su existencia. De vocero oficioso con rango privilegiado de exclusividad a uno del montón. Curiosamente, al mismo ritmo en que se desintegraba la falsa pertenencia, sus horas de éter se fueron reduciendo hasta transformarse en unos míseros minutos. Menos mal que la decadencia lo agarró forrado. De todos modos, está siempre listo p'a lo que guste mandar el de turno.