miércoles, septiembre 12, 2012

Paredón y después

La inesperada derrota dividió las aguas por donde navegan las sensaciones. Entre quienes a lo largo de cinco fechas cabalgaron airosamente sobre el lomo del triunfalismo dejó una herida profunda, pero de cicatrización rápida y casi indolora. El popular lema, aunque trillado, sirvió para pasar el mal trago con la dignidad que la postura requería. Un tropezón no es caída y la recuperación está a la vuelta de la esquina. La idea futbolística tiene permiso para abrirle un resquicio al ocasional traspié porque no es infalible, sí firme y segura. También echaron mano a las justificaciones que suelen regurgitar los serviles de siempre. El cansancio hizo lo suyo, afectando el rendimiento de una muchachada desacostumbrada al ritmo de la doble competencia. Con el debido descanso, vuelve la normalidad.

En la otra orilla, los reproches por el resbalón arreciaron. Ni siquiera el invicto de diez encuentros consecutivos menguó las críticas de los que se resisten a apostar fuerte a favor del ciclo. Las frustraciones están tan frescas que parecen negarle un lugar al optimismo. Junto al resultado adverso resurgieron las dudas. En medio de un aquelarre de conocidos demonios, saltaron los dardos envenenados para todos y cada uno de los actores. No se salvó ni el técnico. Que otra vez los viejos vicios del guardameta, que los centrales fallaron en la coordinación, que los laterales se diluyeron en un mar de yerros, que la contención estuvo desacertada y lenta, que la creación perdió ante la estrategia local, que la presencia ofensiva fue intrascendente y que los cambios resultaron tardíos.

El toque de moderación, como para derramar un poco de cordura y calmar a los extremos, lo puso el entrenador una vez finalizado el cotejo. Habló de falta de sorpresa y movilidad, defendió a la dupla de ataque en un intento por resguardarla de las reprobaciones, reconoció las virtudes del rival y aseguró contracción al trabajo para corregir errores. Lo cierto es que después de dejar en el camino cinco de los últimos seis puntos disputados, el concepto de juego, el impulso anímico y la consecuente andanada de elogios, sufrieron un freno significativo. Está en los protagonistas demostrar la predisposición necesaria para retomar el camino perdido, si es que la intención y el compromiso puestos de manifiesto en las primeras fechas sigue intacto. Los escollos son parte de la travesía, la superación también.


APOSTILLAS

Navegación por instrumentos. Favorecido por el viento de cola, el primer mandatario dejó la nave en piloto automático para dedicarse a menesteres más gratificantes. Mientras las buenas nuevas dominen la escena, los enconos intestinos permanecerán en estado latente. En cuanto las ráfagas roten volverá a ponerse en peligro la sustentación. ¡A disfrutar del momento!

Tren fantasma. Para desmentir los rumores que anunciaban una traición en potencia, el goleador histórico conversó con los rastreros todo terreno. De paso, entre insólitos tartamudeos, procuró explicar su rol dentro de la ociosa estructura. Una especie de "che pibe" con injerencia en espacios ya ocupados. La superposición de figuritas, otra bomba de tiempo.

Sin comentarios. Los rostros de la derrota no son para nada agradables. Escudándose en la incomodidad del escenario, ningún intérprete quiso poner la trucha para explicar, ante los micrófonos vernáculos, las causas del desliz. Calladitos la boca, en fila india, subieron al bus masticando bronca. Calma, en la próxima victoria se pelean por hablar.

Pocas nueces. El hijo pródigo se hizo cargo del papel que en cancha encarnaba el líder negativo, porque el capitán no tiene ni el carácter ni el peso específico necesario para asumir la responsabilidad. Protestas y berrinches más que juego y actitud. Por ahora las alegrías esperadas por el excelentísimo señor presidente brillan por su ausencia.