lunes, julio 08, 2013

A la luz de un farol

Pasó la escoba y el desfile de caras frescas, bien dispuestas a llenar las vacantes que dejó el octogésimo fracaso, sigue alimentando la maquinaria del borrón y cuenta nueva. El buzo de entrenador quedó en manos de un destacado portador del perfil predilecto de la gestión, experto en intrascendencia. Los soldados rasos recién incorporados, como corresponde, van a tono con el legajo profesional del flamante conductor. Dentro de la monotonía impuesta por la mediocridad abonada a la falsa pertenencia, la afición saca a relucir su máximo poder de confianza y le pone unas cuantas fichas a la novedad, venga de donde venga. Es la única forma legítima que encuentra de sacudir la modorra reinante, descendiente directa de las continuas frustraciones.

La aparición del despechado de turno, moneda corriente cada fin de temporada, le puso un toque de sazón al desteñido receso, producto de una economía deprimida a punto de internación. Haciendo público lo que muchos saben, instaló en primera plana la nefasta metodología llevada a cabo, con inepta insistencia, desde que la revolución de inferiores funcionó como eslogan caza bobos. Los procesos comienzan con la debida autonomía hasta que la realidad cachetea con fuerza; cuando el ocaso comienza a vislumbrarse en el horizonte, los purretes a la cancha funcionan como soporte de la sarasa y de paso, si a los planetas se les ocurre alinearse en tiempo y forma, hasta pueden resultar la encarnación potencial de una salvadora venta. Y así sucesivamente.

Por último, la monumental payasada que se pretendió disfrazar de política activa, con el primer mandatario pidiéndole a la justicia un ayuda memoria para recordar a quién ¿le pagó?, hace un año, el préstamo por un jugador imposible de retener. De sostén, el vocero oficioso en el papel de patético propalador a sueldo. Para completarla, con la intención de vestirse de ingenuo sorprendido en su buena fe, reflotó la oscura triangulación que en su momento no dudó en avalar para contar con los servicios del delantero. El goleador, responsable de salvar las papas de una campaña para el olvido y que pretende seguir su carrera en otro lado, agradecido. Si todo fuera cuestión de corporativismo, hace rato que el primer equipo estaría integrado sólo por amateurs.