
Conjunción de colores en las tribunas, duelo de estilos sobre la verde gramilla. Mientras uno intentaba manejar el balón con criterio, el otro parecía el emporio del pelotazo. Si bien el dt había adelantado en la semana que su idea era “amar un equipo más ofensivo”, terminó tirando en la cancha a cinco defensores y tres volantes con escasa tendencia creativa. De ofensivo, pues, sólo el discurso. Entre tanto bochazo lanzado en busca de la solitaria delantera, el goleador histórico empezó a fastidiarse al mismo ritmo en que se sucedían sus posiciones adelantadas. La frustración iba en aumento a medida que pasaban los minutos, con los laterales haciendo agua más allá del calor. El empate parecía complicado.
Pero en el entretiempo, mientras el entrenador se dedicó a degustar su habitual habano, el veterano veinte aprovechó para sacudirse la bronca de encima y poner las cosas en su lugar. No debían darse por vencidos, podía faltar fútbol pero no entrega. Así fue como el sabalé salió con otra actitud a enfrentar los segundos cuarenta y cinco. Y de la mano de los cambios, que le proporcionaron aire a la agobiante temperatura interna, llegó la igualdad gracias a la zurda de un intrascendente protagonista. Imponderables que tiene el juego. Sin embargo, es dable destacar la voluntad del equipo que, a pesar de sus limitaciones, no renunció a buscar el arco contrario con las pocas armas que tuvo a su alcance. ¿Merecido? No importa.
Hasta ahora, el negro continúa repitiendo la misma campaña que el torneo anterior. Al parecer, el envión anímico de inicio de competencia está intacto. Habrá que ver hasta cuándo la falta de un medio campo con algo más que buenas intenciones puede suplirse con el amor propio del conjunto. La euforia del final dejó en las retinas la impresión de que se podía haber ganado, pero semejante conclusión no hace más que soslayar la otra parte de la historia, ya que en gran medida, futbolísticamente, el adversario fue superior. No cabe duda de que hay que mejorar bastante de cara al futuro. Dejar mudo a un rival confiado, aporta la cuota de satisfacción personal que todo profesional ansía cada vez que sale al ruedo; pero con eso no basta.
APOSTILLAS



