martes, agosto 15, 2006

Palabras que matan


El entrenador rojinegro se encuentra en una disyuntiva. Toresani debe elegir entre dos caminos: morir convencido de un concepto futbolístico que hasta el momento ha sido incapaz de transmitir –aunque sostenga la sencillez de la idea– o cambiar la estrategia para sobrevivir en un escenario tan complicado como sombrío. Cada DT que transita la verde gramilla de los campos argentinos hace gala de un libreto táctico de factura personal, sólo los sagaces se adaptan a las condiciones adversas a pesar de sus propias convicciones. La cuestión es no fracasar en el intento.

El discurso del técnico frente a las derrotas también es fundamental. No sólo debe tener presente que sus palabras llenarán un espacio en los medios sino que servirán para demostrar cuál es el grado de liderazgo que impone hacia el interior del vestuario. Las declaraciones de Julio César después de los dos bochornos no fueron precisamente acertadas. Pudo haber hecho catarsis delante de las cámaras al expresar su disconformidad con el rendimiento del equipo, pero pasó por alto en qué medida podían afectar la relación de grupo. “Esto es para vivos”, dijo al término del encuentro con Independiente. “Por momentos hacemos ‘fulbito’”, deslizó después del 5 a 0 frente a San Lorenzo. Hay palabras que suelen ser reveladoras dependiendo desde dónde se digan y en qué circunstancias se digan. Para un aficionado desprevenido –y para un comunicador poco lúcido– pueden sonar a sinceridad, pero un análisis más profundo evidencia falta de experiencia, incapacidad para conducir un plantel profesional de jerarquía.

No siempre resulta un buen plan poner la dirección técnica de un equipo en manos de un referente de corta carrera. En determinadas ocasiones, un estrecho vínculo afectivo con los colores puede jugar en contra, fácilmente se puede perder la objetividad necesaria para examinar con frialdad situaciones laberínticas. El fútbol de alta competencia exige una preparación apta para enfrentar zozobras varias, no es ninguna novedad que en primera división las buenas intenciones siempre quedan cortas.

A pesar de haber pedido cuatro partidos de gracia –recordar la analogía con Troglio–, el adiestrador sabalero no tiene espalda para soportar otra goleada. El match frente a Estudiantes, en el Brigadier, no se puede perder. La pesadilla de ver nuevamente las cabezas gachas salir de la cancha debe terminar antes de que el presente sabalero se convierta en una realidad difícil de revertir.


APOSTILLAS

Juan Fernández pasa demasiadas horas en el salón de belleza. Si dedicara una mínima parte de ese tiempo a replantearse su nivel futbolístico, el carril izquierdo rojinegro no sería la peatonal San Martín. ¡Espejito! ¡Espejito!

El periodismo deportivo santafesino está tan desorientado como Julio César. ¡Urgente! ¡Marche un diván freudiano para aclarar el panorama antes de que se pierdan tan beneméritos pensadores!

¡Y dale con negar la capacidad de los rivales que golearon a Colón! Si con el diablo y el santo se estuvo cerca de la media docena ¿qué hay que esperar con los dos candidatos de siempre?

Con el misticismo religioso de Guadalupe no funcionó. ¿Por qué no prueban dándose una vueltita por el templo “Místico” de la Recoleta?