En los instantes previos al inicio de una nueva ronda de ilusiones, la expectativa pica en punta relegando a la desazón. Luego de un cierre de año que destapó un pasivo colosal y una pretemporada que acarreó el indiscutible sello de la falsa pertenencia, la afición se prepara para encapsular la memoria reciente y volver a involucrarse con los colores en la lucha por los puntos, dejando atrás las barrabasadas del impresentable vice -un clásico de cada verano-, los monocordes extravíos del conductor, las vomitivas declaraciones del excelentísimo señor presidente -otro clásico de cada receso- y las arrastradas del parodismo rentado como si fueran pinceladas de color en el mapa de una cotidianidad asumida.
Las cuestiones que se han hecho costumbre para mantener entretenida a la gilada -y que apenas alcanzan para la chanza pasajera-, intentaron animar un recreo estival soporífero, vacío de novedades relevantes. Ni los primeros pasos del flamante secretario técnico -con patinadas incluidas-, ni las desteñidas y dudosas incorporaciones -tal y como dictan los lineamientos del modelo-, ni los desabridos amistosos con rivales de poca monta, ni las edulcoradas manifestaciones de los protagonistas, ni el pertinaz bombardeo mediático -a cargo de los serviles de siempre- anunciando humaredas varias, nada alcanzó para agitar las densas aguas de una realidad en permanente estado de indefensión.
El tinte decadente que hace un tiempo colorea al fútbol vernáculo, gracias a una dirigencia inepta y corrupta que supo convertir a las instituciones en agujeros negros dependientes del dinero público, volverá para definir destinos de cielo o infierno. La sangre y luto espera confiada en un futuro sin ensañamientos, a pesar de lo poco que ha demostrado a la hora de desentrañar en la práctica la fábula de la retórica. Mientras tanto, las gradas, lupa en mano, se encargarán de analizar cada movimiento, a la espera de las respuestas tantas veces anunciadas con una soga a mano, por si hace falta linchar alguna promesa descarriada. En medio de un agotamiento prolongado, mejor ni sospechar lo que sería capaz de engendrar la eterna frustración.
domingo, febrero 12, 2012
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