viernes, abril 22, 2011

La tiendita del horror

Chapotear en el fango siempre es peligroso. Nadie que intente desplazarse sobre semejante terreno logra salir limpio. Sin embargo, a ciertos ejemplares de la fauna parodística vernácula no les mueve un pelo saberse enchastrados hasta la coronilla. Quizás porque su contribución a la sociedad en la que viven les permite mantenerse en sus insignificantes puestos aún con la aureola de la mediocridad y el descrédito coronando sus cabezas. A pesar del empeño, aunque intenten subsistir bajo la falsa careta del localismo, está claro que se mueven según el color del billete que les pongan sobre la mesa. Así es como brota la justificación para quien sea y lo que sea. La canallada también forma parte de sus servicios, disfrazada de información que publican otros.

Seguir el derrotero de semejantes especímenes puede resultar un ejercicio altamente saludable si la vereda está bien definida. El pasado reciente ha sido testigo. El ex elevado a la categoría de prócer, fue lo máximo. Había que exaltar el inédito proyecto, la continuidad, la revolución y cuanta paparruchada elucubraba la falsa pertenencia para encantar a una masa hambrienta de grandezas. Con el último ex, algunos movimientos, que en el anterior eran estrategias dignas de una inteligencia superior, no se entendían. Para su desgracia, el eyectado no consiguió estrechar lazos ni con el plantel, ni con los dirigentes, ni con los obsecuentes a sueldo que podrían haberlo bancado con un poco más de énfasis. Hicieron lo que pudieron. Hasta el ridículo. No alcanzó.

El nuevo objetivo es ensalzar al hombre de la casa. Si antes fue acertadísimo que vinieran los que vinieron, cada uno a su turno, hoy día lo es que se haya optado por alguien del riñón institucional. La crítica sólo la desempolvan para descerrajarla sobre hechos que suceden lejos de la cordial y sobre personajes que no los registran. Puertas adentro, hacen buena letra. No hablan para los oyentes, no escriben para los lectores; hablan y escriben para quienes los adornan con un sobre a fin de mes. Ahora se viene el evento que les permitirá facturar algunos extras. Por eso tanta insistencia con los carteles, con el escaso entusiasmo que aprecian en funcionarios y afines y con la poca onda de la gente en la calle. El parodismo prostituto no necesita esforzarse, lo suyo es congénito.